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Carta abierta al sacerdote Antonio Eloy

Publicado: 17/09/2014: 16907

Como feligrés adoptivo de la malagueña parroquia de San Lázaro, creo unirme al sentir común de muchas personas al expresar nuestro agradecimiento por el Sacerdote que ha llevado con criterio y ánimo el timón de la comunidad parroquial esta década.

Espero que se entienda que me dirija a él en segunda persona. Espero que se me permitan las palabras epistolares que vuelan en esta nueva etapa recién comenzada.

“Amigo Antonio, ante todo has sido sacerdote. Has llevado durante estos años la bandera sencilla del ministerio que se te encargó, en la triple dimensión de sacerdote, profeta y rey.

No te conozco tanto como sí te conocen otros, pero en los años que he vivido como adoptivo hijo de la comunidad parroquial de San Lázaro he sido testigo y parte de una vitalidad eclesial nada común. He vivido el fervor de la Misa de la Familia como acontecimiento festivo del Día del Señor, avivado con los cantos y con un mensaje directo y tierno a los niños y a sus padres.

También he orado desde los bancos de la capilla en la tarde de los sábados, cuando el grupo de oración se ponía delante del Santísimo, inspirado en el método y en la mecánica teresiana. Porque, difícilmente se puede ser cristiano del siglo XXI sin ser un místico y porque difícilmente se puede tener presencia de oración en España ignorando a nuestros universales San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. El brillo de tus ojos desprendía la pasión por la fuerza orante de la Santa, por su magisterio sencillo y rotundo en el camino de la oración. Todos hemos paladeado contigo cada sugerencia de sus obras. Todos hemos cantado contigo los cantos de Taizè o de Brotes de Olivo, y de tantos otros, entre ratos de silencio profundos y sonoros.

La Cáritas parroquial, tan trascendente en los días que corren, ha sido vehículo de esperanza para los más necesitados, sacando de donde no había, escuchando por encima de otro bien, recreando una imagen contemporánea del milagro de los panes y los peces.

Digo que has sido además de sacerdote, profeta y rey, porque has servido al estilo de Jesús de Nazaret como el último y porque has tenido tu puerta abierta a todo el que lo ha necesitado para calmar las almas inquietas, para ayudar a Dios a actuar en cada persona.

Muchas gracias por estos años.

Muchas gracias por una labor ejemplar y sin límites. Muchas gracias por hacer sentir protagonistas a tantas personas. Por hacerles sentir verdadera Iglesia. Por hacerles llegar el infinito Amor de Dios. Muchas gracias por ser directo y cercano. Por ser verdadero hermano del prójimo. Gracias por la Iglesia que nos has mostrado. Por tu coherencia. Por tu pedagogía de vida. Por tu amor. Gracias por procurar no fallar nunca. Gracias por pedir perdón.

Te impulsamos todos, con nuestra oración, a tu próximo destino, al tiempo que damos la más calurosa bienvenida a los nuevos párrocos, conscientes de que la sabiduría de

Dios encadena los acontecimientos confiriéndoles sentido vital. Gracias por ser puente en nuestro camino. Gracias por tu sacerdocio”.

 

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