NoticiaBlanco sobre Negro Francisco Castro: «Me siento orgulloso de mi diócesis» Publicado: 22/01/2020: 18210 Entrevista al sacerdote diocesano Francisco Castro Pérez, nacido en Sevilla en 1971 y ordenado en 2001. ¿Ha vuelto Dios? Para muchos hoy Dios ha dejado de faltar. Pero es un Dios inquieto, un Dios en perpetuo adviento. Gracias a ello, tambieÌn los creyentes tenemos la oportunidad de renovar constantemente en nosotros la epifanía de Dios, la vuelta de Dios, y una relacioÌn maÌs vital con EÌl. ¿EstaÌs orgulloso de la DioÌcesis de MaÌlaga? El orgullo es un sentimiento ambiguo, porque puede suponer rivalidad, contraste de lo miÌo frente a los otros. Por eso se suele aclarar: “sano orgullo”. El orgullo de este tipo ya no es vanagloria, sino una cierta participacioÌn gozosa de la gloria de Dios, que combina la gratitud por lo que hemos recibido con la satisfaccioÌn de contribuir con el propio trabajo. En la medida en que he recibido mucho y tambieÌn he trabajado algo, siÌ, me siento orgulloso de mi dioÌcesis. Acabas de publicar “Luz de los hombres. Fundamentos de antropologiÌa pastoral” ¿CuaÌl es la idea central del libro? El libro resalta la visioÌn cristiana de la persona como fundamento de una propuesta significativa y relevante de la fe. Cada ser humano alberga en su corazoÌn un anhelo de verdad, de belleza y de amor, que hace plausible la tarea evangelizadora de la Iglesia y que tambieÌn guiÌa a los creyentes en el camino hacia una vivencia de la fe maÌs auteÌntica, maÌs plena y maÌs capaz de contagiar y de guiar a otros. Cada cristiano y la Iglesia en su conjunto somos depositarios de la luz misma de Cristo, que brilla a traveÌs del anuncio y el testimonio. ¿CuaÌl es el mayor desafiÌo al que se enfrenta nuestra Iglesia local hoy? El mayor desafiÌo de la Iglesia y el primero es siempre uno interior: la conversioÌn personal y de nuestras comunidades. Solo de unos cristianos maÌs convencidos y convincentes puede esperarse el empuje evangelizador que estaÌ haciendo falta en nuestra sociedad. Para ello, es imprescindible una opcioÌn decidida por la formacioÌn, entendida de manera amplia: hacer de nuestras comunidades escuelas de santidad. Y como esto es responsabilidad de la Iglesia entera, es imprescindible tambieÌn la comunioÌn diocesana. Con vista al Congreso de laicos 2020, ¿a queÌ retos se enfrentan los seglares de nuestra dioÌcesis? El Congreso nos va a ayudar a reconocer mejor las luces y las sombras del momento en que estamos y de nuestra respuesta evangelizadora. El reto de los laicos es creer de verdad que por el Bautismo son enviados por el Señor, y que la misioÌn de la Iglesia no puede hacerse sin ellos, ni dentro de la Iglesia ni, menos auÌn, en el corazoÌn de la sociedad. ¿El peor pecado del clero? Lo peor que nos puede pasar ya lo denunciaron los profetas: “apacentarnos a nosotros mismos”. JesuÌs continuoÌ la metaÌfora: ser pastores asalariados, a quienes no importen de verdad las ovejas. ¿Te gusta complicarte la vida? Pienso que a nadie le gusta. Me la ha complicado el Señor, y yo me la he dejado complicar por fidelidad. Él se encarga de hacerte el camino llevadero y lleno de alicientes, de paisajes y de rostros. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? Si se lo está planteando, que averigüe si es cosa suya o del Señor. Para no engañarse, que lo hable con algún sacerdote amigo. Y, como seguramente no será ninguna locura, ¡que no tarde en responder! Nos hacen mucha falta personas que se den cuenta de que su vida es para los demás. ¡Y sin sacerdotes no puede estar la Iglesia! Gastar la vida sirviendo como sacerdote es una invitación que el Señor le hace a personas que Él elige con cariño y confianza. Con su elección está su promesa de acompañarnos todo el camino. ¡Ánimo! ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? Claro que sí. Dios se nos ha mostrado como un Dios feliz, un Dios en el que merece la pena creer. Hemos sido creados para compartir la vida de Dios, y su promesa (¡bienaventurados!) es de felicidad. Ser felices al estilo de Jesús es garantía de una alegría que comienza en esta vida y perdura para siempre.