Trabajar el 24 de diciembre puede hacerse de dos maneras: cegado por tu enfado (lo podía haber hecho, porque el turnito que me ha tocado tiene tela), o con la mirada puesta en todo pasajero que se monta.

Y sí, puedo decir que ese día, especialmente en Nochebuena, Jesús, te has montado varias veces en mi autobús. Lo has hecho a través de tus amigos, que como los pastores que fueron a verte esa noche, no eran precisamente los más alabados por esta y aquella sociedad.

Son tus amigos, porque como Tú, no tienen donde reclinar la cabeza, o es el suyo un reclinatorio sencillo.

Y no he llegado a la conclusión de que te has montado en mi autobús por ninguna disquisición teológica, sino porque Te he visto, oído y hasta olido.

En estas fechas algunos de tus amigos suelen llevar una copa de más para olvidar errores pasados e indiferencias presentes. He montado a Paco, que necesita 3 minutos para subirse y otros 5 para bajarse, ayudado por varios viajeros. He montado a mujeres, cuyo único perfume era el sublime olor a lejía de sus manos, manos trabajadoras. A chicas, que proceden de otras latitudes, que trabajan internas en casas y no tienen dias de descanso, solo unas horas. Currantes que no saben lo que son "asuntos propios" o derechos laborales.

Y Rafaela, ¿dónde te dejas a Rafaela? La conozco desde hace muchos años. La cabeza perdida completamente. Cada vez que se sube en mi autobús con su carrito de la compra, le da tanta alegría, que me alegra inmensamente a mí también. Me trasmite mucho. Me sermonea sobre la familia, el infierno, el bien y el mal.

En ellos se plasman verdades, injusticias, cruces: "Para ellos no había lugar en la posada".

Gracias por haberme "hecho el alto" y haber viajado conmigo. No quiero tener lástima de tus amigos, quiero tener amor de promoción. Ten paciencia conmigo y yo intentaré tenerla con tus preferidos.

Un conductor de autobús