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¿Un sueño del alma?

Publicado: 14/11/2019: 6402

El Dr. José Rosado, médico acreditado en adicciones, aborda la importancia de los recuerdos en la recuperación.

El consumo de droga, estimulando el sistema de recompensa cerebral, provoca un estado de conciencia valorado como gratificante y que, grabado en la memoria neuronal, condiciona un fuerte deseo para su repetición: nadie deja de consumir algo que le hace disfrutar experiencias felices. Pero la droga, utilizando necesariamente los mecanismos cerebrales de manera no fisiológica, y no respetando el orden, jerarquía y disciplina de su estructura, rompe el equilibrio que define la homeostasis que es la que garantiza una existencia en óptimas condiciones, y precipita una alteración funcional del cerebro. La prioridad que empieza a esclavizar a la persona se centra sobre el próximo consumo, y la conduce a una situación límite en que la desorientación y vacío existencial le hace decidir que así no se puede vivir, y, pidiendo auxilio a la esperanza que aún le resta, solicita ayuda profesional.

Este enfermo tiene un cerebro deteriorado y con un contenido mental en que, los diferentes y diversos estados alterados de conciencia provocados por la droga, le han llenado de sombras, oscuridades y cavernas: ausente del presente e hipotecado el futuro, ha perdido la alegría de vivir.

Se impone iniciar un proceso de introspección orientada y dirigida, que decide per se una expansión de la conciencia que hace contemplar territorios ignorados pero muy sugerentes. En esta ruta interior se le hacen presentes experiencias traumáticas y estresantes, y también episodios alegres y felices, que se localizan con selectividad en los periodos de la primera infancia a la que todos estamos siempre atados: una fuerte añoranza atrae estos recuerdos pues representan un refugio donde ponerse a salvo, y certifica que la felicidad es posible. Es un periodo en que se encuentran grabados, de manera indeleble, alegrías y contentos: los problemas eran resueltos de forma espontánea y sin secuelas por la rapidez con la que se olvidaban, y no se rumiaban, sino se ignoraban, ocupados en el presente por una inocente alegría de vivir. Muchos de los enfermos, también han recibido una educación religiosa que conformaron unas creencias que de manera significativa favorecían la convivencia familiar, social e integraciones personales. Este contenido mental de la infancia siempre se encuentra en espera de ser rescatado, y especialmente en circunstancias en las que se necesitan “respiros terapéuticos”.

Un enfermo que llevaba más de un año en abstinencia y con un recorrido prolongado en su proceso de interiorización, testimoniaba que una noche tuvo un sueño en el que su madre se acercaba a la cabecera de su cama, como cuando era niño, y le cogía la mano para hacer la señal de la cruz y le hacía repetir algunas oraciones y jaculatorias que ella formulaba; con un beso en la frente terminaba un protocolo que lo dejaba con una dulce y pacífica somnolencia. Pero poco después, de forma repentina y ¿fugaz?, “se me hicieron presentes las creencias de mi niñez, ya olvidadas y sepultadas, y me desencadenaron un movimiento interior en el que, esas creencias se convirtieron en certezas y entonces, un estado inefable de armonía, paz y gozo, jamás imaginado, se apoderó de mi ser. Al despertar no sabía explicar lo sucedido, pero fue de tal intensidad y claridad que, por la original plenitud que sentía, apenas lo podía apartar de mi mente”.

Puntualiza que, “desde entonces, una seguridad cautivadora se hizo progresivamente protagonista de mi vida, y estas creencias, convertidas en verdades inconcusas, han guiado y dirigido mis pensamientos, palabras y obras, ofreciendo iluminaciones y sublimaciones a todas mis inquietudes e interrogantes: de una manera selectiva he descubierto y definido el significado, sentido y utilidad de mi vida…y su trascendencia”.

Con rotundidad afirmaba: “es como si hubiera nacido de nuevo y recuperado la alegría de ser y existir… y con argumentadas esperanzas en alcanzar las plenitudes prometidas”.

Este episodio “de las certezas que animan y han marcado mi vida”, como a él le gusta identificarlo, confiesa que lo “tengo grabado en mi hondón, a manera de un rumor constante que no dejo de escuchar…y que mantiene activa y viva su intencionalidad”.

-Y es que en el reverso de todos los acontecimientos siempre se encuentra Dios-.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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