NoticiaReligiosos Restauración de la Compañía de Jesús Momento de la celebración Publicado: 26/09/2014: 17943 En el pasado agosto, hemos recordado los 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús. El papa Pío VII, poco después de su regreso a Roma tras la derrota napoleónica, publicó la bula “Sollicitudo omnium ecclesiarum” (7 de agosto de 1814) por la que de nuevo restablecía en la Iglesia la anteriormente suprimida Compañía de Jesús. Fue algo así como una segunda fundación de la Compañía. Este mismo pontífice, en un breve de marzo de 1801, había reconocido la Compañía de Jesús ubicada en Rusia y tres años más tarde la reconoció en el reino de las Dos Sicilias. La supresión de la Compañía, decretada por Clemente XIV en el breve “Dominus ac Redemptor” (1773), originó una serie de consecuencias nefastas para la Iglesia. Pero la Compañía no desapareció del todo. Federico II de Prusia y Catalina II de Rusia no permitieron la publicación del breve; los jesuitas continuaron viviendo en estos territorios, hasta la restauración de la Compañía. Pero ¿cuáles fueron los factores determinantes de la supresión? Fueron muchos. Entre ellos, la animadversión de los jansenistas; ellos fueron los adversarios más enconados de los jesuitas, como se manifiesta en las “Cartas Provinciales” de Pascal. Los jesuitas habían rechazado el jansenismo como una herejía muy peligrosa. Las controversias doctrinales y las disputas teológicas crearon, en el ámbito de otras órdenes religiosas, un auténtico frente antijesuítico, como ocurrió con la controversia “De auxilis”, con la del probabilismo o con la cuestión de los ritos chinos y malabares. Otro de los factores determinantes de la supresión de la Compañía fue la política de Francia, Portugal, España, Austria, Nápoles, Parma y otras regiones que, al defender el sometimiento de la Iglesia al Estado, consigna máxima del Despotismo Ilustrado, hicieron un frente común contra los jesuitas. Éstos, al emitir un cuarto voto de obediencia al Pontífice, provocaban el rechazo de los mandatarios políticos de la época. A estas actitudes políticas podemos sumar la actividad de la francmasonería, de la Ilustración y de la Enciclopedia, que rechazaban en bloque la Compañía de Jesús. La fuerte presión de las cortes europeas y los otros factores anteriormente descritos, influyeron de tal modo en el ánimo de Clemente XIV que éste, con el fin de conseguir una paz duradera, sin condenar a la Compañía, la declaró extinguida en bien de la Iglesia. Los resultados fueron catastróficos: los 273 centros misionales establecidos en el lejano Oriente y en América, entre ellos, las “Reducciones del Paraguay”, desaparecieron; los 817 colegios y las 24 universidades regentadas por los jesuitas, perdieron a un excelente profesorado. Las congregaciones marianas, los ejercicios espirituales, las misiones populares y la dirección espiritual a numerosos cristianos fueron notablemente perjudicados. El papa Pío VII reconsideró que ante el conjunto de males acaecidos en la Iglesia por la supresión de la Compañía, era necesario volver al restablecimiento de la misma, que tantos bienes había aportado a la Iglesia y a la sociedad cristiana. Este fue el motivo de la publicación de la célebre bula de la restauración de la Compañía de Jesús (1814). En estos dos últimos siglos, los jesuitas siguen militando en la Iglesia en circunstancias a veces difíciles secundando el lema de su fundador: “Ad maiorem Dei gloriam”.