DiócesisHomilías

Toma de posesión de los co-párrocos \"in solidum\" de Santa María de la Victoria (Santuario de Santa María de la Victoria-Málaga)

Publicado: 14/09/2014: 15831

TOMA DE POSESIÓN DE LOS CO-PÁRROCOS “IN SOLIDUM”
DE SANTA MARÍA DE LA VICTORIA

(Santuario de Santa María de la Victoria, 14 septiembre 2014)

Lecturas: Nm 21,4b-9; Flp 2,6-11; Sal 77; Jn 3,13-17.

1. La Iglesia nos ofrece hoy la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Cruz. Celebrar la exaltación de la Cruz implica conocer el misterio pascual del Señor, que nos ha redimido de esa manera, y aceptarlo en nuestra vida. La glorificación y exaltación del Hijo de Dios tuvo lugar en el madero salvador de la Cruz, con la cual quiso Jesucristo rescatarnos del pecado y de la muerte eterna e instituir el pueblo de la nueva alianza.

La nueva alianza fue establecida por Jesucristo con el testamento de su sangre (cf. 1 Co 11, 25), convocando un nuevo pueblo de Dios, cuyos miembros, al creer en Cristo, renacen del agua y del Espíritu (cf. Jn 3, 5-6) como germen incorruptible por la palabra del Dios vivo (cf. 1 Pe 1, 23). Los párrocos haréis nuevos miembros del pueblo de Dios mediante el sacramento del bautismo, incrementando así el número de fieles y miembros de la Iglesia; injertándolos en la vid verdadera, para que tomen la sabia de Cristo.

De este modo los fieles son hechos «un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios» (1 Pe 2, 9), para anunciar las proezas del que nos llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.

2. Ese pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, «que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación» (Rm 4, 25), y habiendo conseguido un nombre que está sobre todo nombre (cf. Flp 2, 9), reina ahora glorioso en los cielos.

Como dice el Concilio Vaticano II ese pueblo tiene por condición la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo; somos, pues, templos del Espíritu; ese nuevo pueblo tiene por ley el nuevo mandamiento de amar como el mismo Cristo nos amó (cf. Jn 13, 34); tiene como fin la dilatación del reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra hasta su manifestación plena (cf. Lumen gentium, 9).

El pueblo de la nueva alianza, pueblo mesiánico, es germen de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano; es instrumento de redención universal; es enviado a todo el mundo como luz y sal de la tierra (cf. Mt 5,13-16); los cristianos debemos ser luz del mundo y sal de la tierra; no con luz propia, sino con la que mana de Cristo. Ese pueblo, al que pertenecemos los cristianos, ha sido constituido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de verdad. Este pueblo es llamado también Iglesia de Cristo (cf. Mt 16, 18), porque Él la adquirió con su sangre (cf. Hch, 20, 28) y la llenó de su Espíritu (cf. Lumen gentium, 9).

La Virgen de la Victoria es Madre de ese nuevo pueblo de Dios, Madre de esa Iglesia instituida por Jesucristo; a Ella acudimos, llenos de confianza, para que nos proteja con su amor maternal.

3. Los cristianos de hoy, al igual que el pueblo de Israel en el desierto, sufren mordeduras mortales de serpiente; pero son otro tipo de “picaduras”, es decir, están expuestos a las modas contrarias a la fe, a los ídolos que pretenden suplantar el lugar debido a Dios, a los egoísmos contrarios al amor verdadero, a ciertas ideologías que rechazan la auténtica imagen del ser humano, a los ataques infundados contra la religión católica; a veces se ataca una falsa imagen de Iglesia, que no corresponde a verdad; y, en fin, hay otras muchas mordeduras venenosas mortales en nuestro tiempo.

Cristo es el estandarte de salvación, que nos sana de esas mordeduras mortales. Como hemos escuchado en el texto de san Juan: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre» (Jn 3,14). El Señor mandó a Moisés que construyera en bronce la imagen de una serpiente: «Los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla» (Nm 21, 8).

¿Cómo podemos sanar hoy de las mordeduras mortales? Contemplemos a Jesucristo, que es vida para todos los hombres: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). Separados de Él no hay vida verdadera, ni auténtica ni eterna. El sarmiento separado de la vid, solo sirve para ser pisoteado y echado al fuego (cf. Jn 15, 6).

La santísima Virgen María, Nuestra Señora de la Victoria, fue rescatada de la mordedura mortal de la serpiente por privilegio especial de Dios y fue concebida sin mancha de pecado, quedando llena de gracia durante toda su vida; no le mordió la serpiente, porque estaba llena de Dios; previendo que iba a ser la Madre del Hijo de Dios fue preparada desde su concepción.

4. Como hemos escuchado en el himno cristológico de Filipenses, Jesucristo, siendo Dios, no retuvo para sí la condición divina, sino que quiso despojarse de sí mismo «tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres» (Flp 2, 7); humillándose y haciéndose obediente incluso hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2, 8). Jesucristo nos da a todos ejemplo claro de humildad y de obediencia. También la Santísima Virgen María, unida a su Hijo, vivió esas mismas actitudes.

Queridos hermanos sacerdotes, Antonio y Guillermo, hoy tomáis posesión de estas parroquias de Santa María de la Victoria y de San Lázaro en Málaga, a donde se os envía para servirlas. Ya hemos explicado que van a formar una “unidad pastoral”. ¡Tomad el ejemplo de Cristo, el Siervo de Dios, que no vino a ser servido sino a servir! (cf. Mt 20, 28). Os ayudará en vuestro ministerio el diácono permanente Julio, quien ha estado hasta ahora al servicio del ministerio episcopal.

El Señor os ha confiado la misión de colaborar con el Obispo en las tareas del gobierno diocesano, ya que ambos párrocos sois Vicarios episcopales. Soy consciente de la carga pastoral que supone para vosotros asumir las dos parroquias y las respectivas Vicarías sectoriales del Laicado asociado por parte de Antonio y de Asuntos económicos por parte de Guillermo. ¡Confiamos vuestro ministerio a la solicitud maternal y amorosa de Santa María de la Victoria, que siempre nos acompaña!

5. Hace un par de meses inaugurábamos la iluminación de este hermoso Santuario mariano. En mi intervención hice referencia a los conceptos de “luz” y “belleza”, en los que se enmarcaba la restauración de este templo. Pedía en aquel momento que este Santuario fuera un foco, que irradiara luz y belleza a toda la Diócesis. Quiero pediros que trabajéis para que ese deseo sea realidad. Este es el Santuario de nuestra Patrona, punto de referencia espiritual y diocesano. La Virgen María es la aurora que precede al Sol invicto, Jesucristo, quien ilumina a todo hombre (cf. Jn 1, 9) y lo rescata de las tinieblas del pecado. Este Santuario debe irradiar la Luz de Cristo e iluminar los corazones de los fieles. La presencia de la imagen de Santa María en este lugar privilegiado es signo visible de la presencia espiritual y de la intercesión de la Virgen en la misión eclesial.

En vuestra tarea pastoral debéis promover la devoción mariana, que es esencial a la fe cristiana. María es la Estrella de la nueva Evangelización, como la denominó hace años el papa  Juan Pablo II (cf. Discurso inaugural de la IV Conferencia  General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, 31 [1992]).

Desde esta Basílica-Santuario debe irradiar el anuncio del Evangelio a todos los peregrinos, que se acercan a visitar a Nuestra Señora, para que lleven esa misma luz a sus hogares, a sus comunidades cristianas y a sus lugares de trabajo, transformando el mundo a la luz del Evangelio.

6. El otro término al que me referí en la restauración de la iluminación del Santuario fue la “belleza”. La hermosura de este templo es simple reflejo de la belleza de la Virgen, concebida sin pecado original y “toda hermosa”. La Virgen “sin mancha” es la expresión de la belleza sin par. No cabe mayor hermosura en ninguna criatura humana. Toda Ella es llena de gracia y de bondad. Toda Ella está llena de Dios, que es la Belleza absoluta.

También este Santuario debe irradiar la belleza de la Virgen, que es reflejo fiel de la belleza Dios. Cuando los pecadores se acercan a esta Casa de la Virgen pidiendo perdón al Señor, reciben a manos llenas la misericordia divina. El que llega manchado por el pecado y sucio por su egoísmo y falta de amor, sale limpio y hermoseado, tras recibir el perdón.

Os encargo este hermoso ministerio del sacramento de la reconciliación o confesión. ¡Atended a los penitentes que pidan la reconciliación con Dios! ¡Ofreced vuestro ministerio a quienes desean lavar sus pecados y salir limpios del templo!

Pedimos a Jesucristo, en esta su fiesta de la Exaltación de la Cruz, que nos configure a su imagen, ayudándonos caminar a su Luz, a gozar de su Belleza y a ser verdaderos discípulos suyos. Y suplicamos a la Santísima Virgen, Santa María de la Victoria, Patrona de nuestra Diócesis, que nos acompañe en nuestro caminar hacia la patria del cielo y que nos haga testigos valientes del Evangelio.

Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo
Artículos relacionados
Carta abierta al sacerdote Antonio Eloy