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Salvador Gil Canto: «Ser cura no se improvisa»

Publicado: 16/12/2022: 8673

Entrevista

Salvador Gil Canto ha recibido la encomienda de apoyar a la Delegación del Clero en la atención a los sacerdotes recién ordenados y durante su primer quinquenio. En esta entrevista cuenta cómo recibe esta responsabilidad y recuerda sus primeros años de ministerio.

¿En qué va a consistir su labor?
Esta labor se enmarca dentro de la tarea que ya viene desempeñando la Delegación del Clero para atender a los sacerdotes. Se trata, fundamentalmente, de poder ayudar, acompañar y seguir ofreciendo una formación permanente e integral a los sacerdotes recientemente ordenados. Lo más importante es estar cercanos a ellos y crear espacios de encuentro, convivencia, oración y lúdicos en los que poder compartir la vida: las inquietudes, los retos, las alegrías y las esperanzas que los sacerdotes jóvenes, de manera particular, tienen. Ser cura no se improvisa y somos conscientes de la necesidad de una formación permanente que abarque todos los ámbitos de la vida de un sacerdote, y que no acaba una vez terminado el periodo del Seminario, sino que se desarrolla de otras formas igual de importantes. Se trata, pues, de atender esa dimensión humana, formativa, espiritual y pastoral.

¿Cómo recibe la misión que se le encomienda?
La recibo con alegría, porque se trata de prestar un servicio a los hermanos y compañeros sacerdotes en sus primeros años de ministerio; también con agradecimiento al Obispo y a la Delegación del Clero que piensan que puedo prestar este servicio, y al Señor, porque utiliza lo que somos, para ponerlo al servicio de la Diócesis.

¿Recuerda los retos que tuvo que afrontar usted en ese momento de su vida sacerdotal?
El mayor reto fue iniciarme en el ministerio sacerdotal afrontando la responsabilidad de lo que significa ser cura al frente de una comunidad: mis primeros destinos fueron la parroquia de El Morche y vicario parroquial en Torre del Mar. Fueron unos años intensos, de profundo trabajo pero también de ir aprendiendo de los errores. El reto de no aislarse de los compañeros fue importante; el mantener también un cierto equilibrio entre la oración y el trabajo pastoral, porque todo sacerdote, cuando comienza una tarea nueva, pueede correr el riesgo de descuidar lo espiritual y centrarse solo en lo pastoral. Y el tercero fue irme haciendo con la comunidad que se me había encomendado: hacerme cercano, que me conocieran, que confiaran en mí y, de esa manera, poder empezar a caminar y trabajar juntos.

¿Qué le gustaría transmitir a las comunidades que reciben a un sacerdote en sus primeros años de ordenación?
Todas las comunidades y feligreses de las parroquias a los que son destinados los sacerdotes recién ordenados tienen ya una predisposición importante para acogerlos y acompañarlos. Suelen ser sacerdotes jóvenes y eso motiva mucho a la comunidad a la que llega, porque hay gente que necesita de ese pastoreo entregado a todos y reclaman que el sacerdote se dedique a la comunidad entera, pero más aún a los jóvenes, que es una de las preocupaciones que hay en muchas parroquias. Les pediría que sean cariñosos con ellos, comprensivos, acogedores y, en este caminar juntos, que se pongan a disposición para que el sacerdote pueda contar con ellos para construir una comunidad viva y evangelizadora.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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