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Santa María Madre de Dios (Catedral-Málaga)

Publicado: 01/01/2022: 4617

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga en la fiesta de Santa María Madre de Dios.

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

(Catedral-Málaga, 1 enero 2022)

Lecturas: Nm 6, 22-27; Sal 66, 2-8; Gal 4, 4-7; Lc 2, 16-21.

La bendición del Señor

1.- Las lecturas de hoy nos ofrecen la bendición más antigua que se conoce en la Sagrada Escritura y que Dios encomendó a Moisés para bendecir a los hijos de Israel: «El Señor te bendiga y te proteja; ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26).

La bendición de Dios implica, en primer lugar, protección de la persona bendecida; porque Él cuida de sus hijos con su providencia. Es bueno caer en la cuenta y reconocer que somos criaturas de Dios a las que Él protege, cuida con amor infinito y nos invita a vivir con Él.

A veces olvidamos que nuestro Padre del cielo está muy presente en nuestra vida y que se encuentra más dentro de nosotros que nuestra propia intimidad, como dice San Agustín: “Porque tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío” (Confesiones, III, 6, 11); de tal manera que podemos entrar en nuestro interior guiados por Dios (cf. Confesiones, VII, 10, 16). Rechazar a Dios es renunciar a la misma humanidad, a ser auténticamente humanos.

El nuevo año nos invita a mantener cada vez más estrecha nuestra relación de intimidad con el Señor. Aprovechemos el tiempo de gracia que se nos concede para vivir en Dios, por la acción del Espíritu Santo.

2.- La bendición divina ilumina el rostro de la persona bendecida (cf. Nm 6, 25), porque le permite contemplar el divino rostro luminoso. El Señor nos muestra su rostro amoroso, paternal, bondadoso, que podemos disfrutar como el niño pequeño en brazos de sus padres, cuyos rostros reconoce, le alegran y le proporcionan confianza.

Quien camina bajo la mirada de Dios, en su presencia, encuentra la forma más plena de ser humano, porque el rostro divino le reconforta y le da plenitud; la mirada entrañable del Creador le confirma que es amado. También la mirada paterno-materna le confirma que es amado, le ayuda a crecer y a entablar relaciones humanas positivas.

Al inicio del nuevo año acojamos el tesoro de la bendición divina y su mirada benefactora y protectora, respondiendo agradecidos a su amor misericordioso.

3.- Y la bendición divina, además, nos concede la paz de Dios (cf. Nm 6, 26), tan deseada y tan necesaria a la vez.

El deseo de paz está inscrito en el corazón del ser humano. Pero, desde el inicio de la humanidad la paz ha sido rota por causa del pecado. La paz sigue hoy día alejada de la vida real de las personas, de las familias, de la sociedad y de las naciones.

A pesar de los muchos esfuerzos encaminados al diálogo fraterno y constructivo entre las naciones, siguen vigentes odios, guerras y conflictos.

Por falta de fraternidad, de compromiso y de concordia se padecen enfermedades pandémicas, efectos perniciosos del cambio climático, degradación del medioambiente, falta de agua potable para una buena parte de la población mundial, tragedias humanas de hambre y desigualdades sociales a veces insalvables.

Por eso el clamor mundial de los más necesitados sigue implorando justicia y paz. El modelo económico dominante está basado más en el individualismo que en el compartir solidario; pero debería tener como centro a la persona y como objetivo el bien común.  

4.- Hoy celebramos la Jornada Mundial de la Paz. El tema de esta jornada considera el diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo como herramientas para construir una paz duradera.

En su mensaje el papa Francisco nos propone estos tres caminos. “En primer lugar, el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos.

En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo.

Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana. Estos tres elementos son esenciales para «la gestación de un pacto social» (Fratelli tutti [2020], 218), sin el cual todo proyecto de paz es insustancial” (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada de la Paz 2022).

5.- La paz es a la vez don de Dios y fruto del compromiso humano. El Señor, al bendecirnos en el comienzo del año nuevo, nos invita hoy a todos a trabajar por la paz, involucrándonos personalmente junto con las distintas instituciones de la sociedad, para forjar una artesanía de la paz (cf. Fratelli tutti, 231). Esto quiere decir que el trabajo por la paz es “artesanal” y necesita la implicación personal de todos; hay que aportar creatividad, imaginación e ilusión, como se hace en una obra de arte.

Todos podemos colaborar en la construcción de un mundo más humano, más fraterno y más pacífico, comenzando dentro de nosotros mismos y superando las tensiones internas que tenemos a veces, siguiendo en las buenas relaciones familiares y sociales, y terminando en la mejora de las relaciones entre los pueblos.

Todos somos protagonistas de la paz y hoy, primer día del Año Nuevo y Jornada Mundial de la Paz, el Señor nos bendice y nos concede su paz. ¡Colaboramos con Él para conseguirla!

6.- Según el evangelio de Lucas, los pastores «fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (Lc 2, 16).

Este Niño es el Príncipe de la Paz, que trae la salvación a todos los hombres; este Niño nos trae la bendición y la paz de Dios, iluminando a los que viven en tinieblas y guiando nuestros pasos por el camino de la paz (cf. Lc 1,79).

«Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros» (Sal 66, 2), y que nos guarde en este nuevo año 2022.

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo;

Buon Natale ed un augurio di buon Anno Nuovo;

Joyeux Noël et heureuse Année Nouvelle;

Merry Christmas and a happy New Year;

Frohe Weihnacht und ein glückliches Neues Jahr;

Bon Nadal i Feliç Any Nou.

María, la Madre de Dios, que «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19), nos acompañe con su protección maternal. Amén.

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