NoticiaClero MI CURA, por Eva Jiménez Tenza Eva Jiménez Tenza Publicado: 30/06/2020: 24009 Hablar de un sacerdote para mí, es hablar de acompañamiento. No ha habido uno solo, sino varios que me han guiado en mi camino cristiano y de alguna forma han escrito los renglones por los que he caminado en estos años. Hablo de acompañamiento en la vida. El paso que das, la carrera que escoges, el trabajo que eliges, está completo si tienes una vida espiritual que lo acompaña. He tenido la suerte de encontrarme con estas personas santificadas que me han ayudado en cada una de las elecciones de mi vida. Recuerdo ese primer sacerdote, que siendo una niña, nos escuchaba en confesión. Esa primera vergüenza de no atreverme a contarle los sentimientos y pequeñas incertidumbres de esa vida preadolescente, y esa calma que me transmitió agotado aquel rato de confianza. El sacerdote que afianzó mi compromiso parroquial, el que me ayudó a implicarme y a no quedarme quieta. Un sacerdote que me movió a la acción, que me invitó a darme a los demás, y que me hizo plantearme los compromisos serios que tenía que asumir. Esos sacerdotes, unidos en los sacramentos, los míos y los de mis familiares. Esos sacerdotes que están lejos, pero que hoy en día, también están cerca. Hablar de un solo sacerdote es casi imposible para mí, pero me quedo con aquel que me dijo en confesión, “reza”. Porque desde la oración, la fe es compartida, y si es con el sacerdote y la comunidad, aún mejor.