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Tres curas malagueños, capellanes de Su Santidad

Publicado: 16/01/2020: 30242

La Santa Sede concede este título a los sacerdotes que se han distinguido por el servicio prestado a la Iglesia. El Obispo de Málaga les ha hecho entrega del reconocimiento en el Encuentro del Presbiterio y Seminario celebrado este jueves.

El capellán de Su Santidad es un título honorífico que se confiere por una especial concesión de la Santa Sede a sacerdotes del clero secular que hayan cumplido al menos 65 años de edad. Este es el único título honorífico que ha quedado tras la abolición que el Papa Francisco hizo en enero de 2014 de otro tipo de reconocimientos. 

Para cada diócesis, el número total de monseñores no debe superar el 10% del clero. El capellán de Su Santidad tiene el título de Reverendo Monseñor y puede ser distinguido de otros sacerdotes por sus vestiduras, como prevé la instrucción de la Secretaría de Estado Ut sive sollicite sobre las vestiduras, títulos e insignias de cardenales, obispos y prelados menores. En la Diócesis ya lo fue el anterior deán, D. Alfonso Fernández-Casamayor, y siguen ostentándolo Francisco García Mota, canónigo emérito de la Catedral de Málaga, José Miranda, y José María Ortega Muñoz.

NUEVOS CAPELLANES DE SU SANTIDAD

Antonio Aguilera (73 años) es deán de la Santa Iglesia Catedral, así como profesor de los Centros Teológicos Diocesanos y miembro del Consejo de Presbiterio y del Colegio de Consultores. Habla con humildad de este reconocimiento, que afirma recibir con agradecimiento pero como un impulso a seguir trabajando con sencillez y en la tarea de cada día. Su primera impresión fue de sorpresa: «Cuando te lo comunican, te preguntas qué significa esto para ti y tu tarea. También lo recibo con acción de gracias. Es de pura educación ser agradecidos, y tengo mucho que agradecer a la Iglesia desde que empecé a descubrir la fe hasta el día de hoy, especialmente a través de tanta gente que me ha ayudado a caminar». José A. Sánchez Herrera (66 años) es vicario general de la Diócesis de Málaga, además de canónigo de la Santa Iglesia Catedral. Para él, «no me queda más que vivirlo con gratitud. Este reconocimiento lo merecen todos mis compañeros en el sacerdocio -dice-. Nunca pensé en nada parecido, por lo que, tras la sorpresa, me invadió un profundo sentimiento de gratitud a la Iglesia de la que tanto he recibido desde el día del Bautismo».

Francisco González (70 años) coincide con Sánchez. «Lo recibí con rubor y, a la vez, con agradecimiento a D. Jesús por el detalle de afecto y cercanía, comprendiendo que, aunque es necesario que se personalice en algunas personas, en el fondo es el reconocimiento a tantos buenos sacerdotes que entregan su vida, en la Iglesia, por Cristo y por el Reino». González es en la actualidad delegado para el Clero, arcipreste de Álora, párroco de San Isidro Labrador y Sta. María de la Cabeza (Cártama Estación) y San Juan Bautista (Aljaima), además de confesor ordinario de las Monjas Cistercienses (Málaga). «A lo largo de los años de ministerio sacerdotal he podido comprobar la veracidad de aquella plegaria de San Manuel González, de que servir a nuestra madre la Iglesia de balde y con todo lo nuestro es un verdadero gozo. No es un trabajo, sino un disfrute. Y ojalá se me conceda la gracia de imitar a Jesús pobre y humillado pasando como Él por la vida haciendo el bien y transmitiendo a todos la alegría del Evangelio», afirma.

Los tres pueden contar ya por décadas una vida entregada a la Iglesia. A lo largo de los años, han ejercido multitud de tareas: pastorales, formativas y de responsabilidad en diversos ámbitos, incluso en la curia. «He aceptado siempre lo que los obispos me han ofrecido -cuenta el ahora vicario general, José A. Sánchez-. Les prometí obediencia y respeto el día de mi ordenación, pero también he sido libre de manifestarles mis dificultades y mis “grietas”, y siempre me han escuchado. En cada tarea se ha manifestado la mano y el cariño de Dios. Recuerdo con profunda gratitud mis primeros pinitos ministeriales en la aldea de El Valdés, a la que vuelvo siempre que puedo -cuenta-. La tarea es anunciar a Jesucristo para que los demás, conociéndole, más le amen y le sigan». «¡Es tan hermoso gastar la vida tratando de llevar a todos el amor de Dios y la alegría del Evangelio! Uno aprende a relativizar las cosas -apunta González-, a centrarse en lo esencial y a dar gracias al Señor por poder seguir trabajando con esperanza, mientras tengamos su fuerza, en la inmensa obra de la evangelización de nuestro pueblo», comenta González. Por su parte, el deán de la Catedral, Antonio Aguilera, recuerda que «por todos los lugares donde he ido pasando he tenido la suerte de encontrarme con muchísima gente que te ayuda a buscar el rostro de Dios y a intentar servir a los demás. Esto me ayuda a reconocer la bondad y la misericordia de Dios y me lleva a decirme a mí mismo: «Sigue trabajando y sirviendo sencillamente en lo que puedas, que los años aminoran las fuerzas a medida que pasan». Con esta excusa para mirar atrás, estos tres sacerdotes, ahora capellanes de Su Santidad, dan gracias a Dios «por su fidelidad y su misericordia. El camino recorrido tras las huellas de Jesús como discípulo y apóstol ha llenado mi vida de alegría y gratitud y me ha hecho más comprensivo, tolerante y misericordioso», concluye Sánchez.

 

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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