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Ramón Carballás: «El milagro ha sido la experiencia más maravillosa de mi vida»

Mª Carmen (en el centro), junto a su esposo y la familia de su hijo Ramón (a la izquierda)
Publicado: 11/10/2016: 15201

Ramón y su familia viven con ilusión este 16 de octubre. Es “el hijo del milagro”. La sanación de su madre, María del Carmen, ha permitido la canonización del beato Manuel González. El nuevo santo no sólo ha llevado la salud física a su casa, sino que les ha regalado “una inmensa fuerza espiritual”.

¿Cómo fue el paso de Don Manuel por la vida de su madre?

Absolutamente casual, como son las obras de Dios. No conocíamos nada de Don Manuel, pero en el año 2008 le diagnosticaron a mi madre un linfoma muy agresivo, que a su edad era una sentencia de muerte. El día que regresábamos del hospital con un diagnóstico muy desalentador, mi padre se acercó a buscar a D. Francisco Teresa, sacerdote de la parroquia con quien teníamos una especial relación de amistad, para que le diera la unción de enfermos. En ese momento, no pudo venir, pero le mandó una estampita del beato Manuel González, encomendándole que le rezara con mucha devoción. Así es como entra en nuestra casa, por primera vez, la figura del beato. Mi madre comenzó a rezarle y en el cuarto día de la novena, cuando acude a otra revisión, le dicen que está absolutamente limpia, que todo ha desaparecido. Es entonces cuando mi madre se hace consciente de lo que ha pasado y relaciona la curación con la intercesión.

¿Cómo lo vivió ella?

Fue un regalo de Dios enorme. No sólo volvió a ella la salud, sino que obtuvo una fuerza espiritual enorme. Estaba llena de fe. Al poco tiempo entramos en contacto con las Misioneras Eucarísticas y la Familia Eucarística Reparadora, y se puso en marcha el expediente. Ella, a pesar de tener ya 77 años, recibió un fuerza vital inexplicable para realizar las pruebas y las visitas que permitieron documentar bien estos hechos de curación.

¿Y para usted, qué significó ser testigo privilegiado de ese milagro?
Lo viví en primera persona porque mis padres y yo vivíamos al lado, y en esos días, incluso me fui a vivir con ellos para acompañarles en las visitas médicas. Cuando no podía por trabajo, iba mi mujer, Marta. Viví en primera mano el deterioro físico que estaba teniendo y cómo, de repente, en cuatro días, cambia radicalmente y vuelve a renacer. Al principio, reconozco que a pesar de ser creyente, tiendes a ser escéptico, pero cuando ves que médicamente es inexplicable, cala en ti el que verdaderamente hay algo más, y sientes que es un regalo de Dios. En mí provocó un proceso paulatino de sentir que nuestra familia había recibido una gracia de Dios, que nos había dado una fuerza que nos ha permitido conocer la figura y el mensaje del beato, sus fundaciones, y querer difundirlo. Fuimos instrumentos del Señor para ponernos manos a la obra para que pudiera completarse un proceso de constatación de milagro que diera fuerza al testimonio. A mí me ha servido para ver que la razón y la fe están unidas. La fe se me ha incrementado enormemente, es parte de mi vida cotidiana, me ha hecho más feliz, me ha ayudado a acercarme a los demás, a dar testimonio y transmitir el mensaje del beato en mi día a día. Y es maravilloso ver el efecto que eso tiene. Y lo más bonito es que lo hemos vivido en familia y lo hemos transmitido, no nos lo hemos quedado para nosotros. Es la experiencia más maravillosa que he tenido en la vida.

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Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

_AnaMedina_
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