Más de 50 años sirviendo a los más pobres y sin pedir nada a nadie, con plena confianza en el Sagrado Corazón de Jesús, en un Dios que está atento a los más necesitados, a sus hijos que más sufren. 50 años de trabajo en las periferias existenciales, siendo la caricia de la Iglesia a sus hijos. 50 años en los que no ha faltado de nada para una vida digna, y lo único que ha rebosado es el cariño, la ternura y la confianza en que se puede conseguir el sueño que Dios tuvo para cada vida humana, por muy vulnerable que estuviese.

El padre Jacobo consiguió el milagro de construir y poner en marcha esta hermosa y difícil tarea, con la presencia, la dirección y la dedicación de las hermanas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón, que durante 48 años estuvieron en la Casa, consiguiendo este signo de Iglesia que acoge sin pedir nada. Hoy, como hace 50 años, sigue siendo necesaria una Iglesia que acoge, anuncia y denuncia.