“Gana el que abraza más fuerte”, cuando escuché el título de su ponencia algo se removió en mi interior. José Luis, una persona que en los contactos previos a las IV Jornadas de Reflexión Pastoral a las que le invitamos, le escuché frases tan claras como contundentes : “lo que necesita el mundo es dejarse abrazar, solo necesitas dejarte abrazar…” ¿Yo necesito dejarme abrazar? Atónita no llegué a
entender la trascendencia de esa frase, pero reconozco que me dejó pensando. Incluso después
de escucharle comprendí que dejarse abrazar es aceptar que el otro, el que tengo enfrente, me
perdona. ¿A mí? ¿Pero qué he hecho yo para que me tengan que perdonar? De vuelta a la estación
de RENFE, teniendo a José Luis tan cerca le pregunté: ¿Y si yo quiero abrazar y no me dejan?
Con una amplia sonrisa, con esa chispa en la mirada recitó: “Si el Señor no construye la casa, en
vano se cansan los constructores, si el Señor no guarda la ciudad en vano se cansan los centinelas...”
Cada día recuerdo ese Salmo, porque el Señor siempre nos precede.