NoticiaColaboración El nombre de Dios es misericordia Publicado: 17/05/2016: 15268 El Doctor en Árabe e Islam, Salvador Peña, participó en las charlas sobre la misericordia en las tres grandes religiones monoteístas que tuvieron lugar en la parroquia de la Amargura. La tradición islámica ha recurrido, para transmitir doctrina, a cuentos como «El envidioso y el envidiado». Un hombre envidia tanto a su vecino que le hace la vida imposible. Incapaz de soportarlo, el envidiado decide marcharse a otro lugar, donde se establece como ermitaño. Su piedad le gana discípulos y el favor de la gente. Su antiguo vecino, al enterarse, lo visita con la intención de matarlo, y a punto está de conseguirlo. Pero el ermitaño se salva, y, tras una serie de peripecias, llega a ser rey. Un día va de camino con sus soldados y ve a su antiguo vecino, el envidioso. El envidiado no solo lo perdona, sino que le colma de mercedes. La enseñanza es sencilla: hemos de perdonar, si queremos que Dios nos perdone. Historias como ésta, las contaban en las calles de algunas ciudades islámicas medievales los cuentacuentos que ejercían como predicadores. Y en la calle me gustaría seguir para evocar la Málaga islámica. El 25 o 26 de marzo de 1208 se produjo una aglomeración en lo que es hoy plaza de la Merced. Enterraban a Yúsuf el Balawí, un sabio malagueño a quien sus conciudadanos tenían por santo. Yúsuf había dedicado sus bienes a construir oratorios y excavar pozos por toda la ciudad. En las ciudades islámicas han sido frecuentes los patrocinios de obras que, generadas en un sentimiento religioso, pretendían dar de beber a los sedientos. En Estambul, por ejemplo, abundan las fuentes públicas donde se leen unas palabras del Corán: «Y Nos hemos hecho, a partir del agua, todo lo que vive». El libro sagrado de los musulmanes, en efecto, muestra la creación como un acto divino de misericordia. Y la teología, la mística y la religiosidad popular islámicas han tenido siempre en mucho los «noventa y nueve nombres más hermosos de Dios», que esbozan los rasgos de la divinidad. Casi una quinta parte de ellos está directamente relacionados con la misericordia: «el Clemente y el Misericordioso», invocados en toda situación importante, pero también «el Dadivoso», «Quien mucho ama», etc. Y, aun señalando el abismo que separa a Dios de las personas, la ética islámica invita a estas a participar de dichos atributos imitándolos. No extrañe, así, que un musulmán de relieve, Naguib Mahfuz, el Nobel egipcio de literatura, escribiese, en 1986: «El musulmán auténtico es quien convive en paz con todas las religiones».