Hoy, Jesús también tiene deseos de celebrar la Pascua con sus discípulos; quiere que la preparemos con todo detalle, como lo hicieron aquellos, sus apóstoles, porque somos sus amigos íntimos y sigue confiando en nosotros, a pesar de que sabe lo que hay dentro de nuestro corazón.

¿Será también nuestro deseo y decisión la de acompañar a Jesús en esta Pascua y seguirlo con todas las consecuencias, a pesar de que sucedan cosas que no entendemos, den miedo y nos perturben?

¿Será que podemos correr el riesgo de pertenecer al grupo de Jesús, ser de los íntimos, comer del mismo plato, pero estar lejos de Él, porque como Judas, tengamos otros intereses y deseos, haya desaparecido como centro de nuestra vida, estemos abandonando la fe, perdiendo el horizonte de lo trascendente y buscando solo compensaciones en lo inmediato?

El pueblo creyente, hoy Miércoles Santo, en numerosas partes del mundo, y en especial el de latinoamérica, manifiesta popularmente su fe en Jesús Nazareno que carga con la cruz a cuestas, venerándolo y acompañándolo en procesiones, porque con su dolor y sufrimiento, se identifican con él.

Y el pueblo consciente, lo sigue además tomando la decisión firme de llevar la misericordia recibida anunciando el Evangelio y ayudando a llevar la cruz a todos los “nazarenos” de este mundo que siguen siendo maltratados, abandonados, traicionados, manipulados, vendidos, crucificados y despojados de su dignidad como lo fue el Maestro, el Señor.