NoticiaEntrevistas Villaverde Martín: «Con esfuerzo y fe podemos vencer cualquier obstáculo» Villi Martín, al lado de su párroco, Francisco Cuenca, y del vicario general José Sánchez Publicado: 11/12/2018: 25085 Villaverde Martín Florido (Málaga, 1982) es feligresa de la parroquia Nuestra Señora de los Remedios, en Ardales. Hace unos meses, el Sr. Obispo le concedió la Medalla Pro Ecclesia Malacitana «por su labor y entrega a la parroquia», y el vicario general José Sánchez le hizo entrega de ella en una celebración que se convirtió en fiesta para toda la parroquia «Le doy gracias a Dios sobre todo por la fe que me ha dado» ¿Qué sintió al recibir la Medalla Pro Ecclesia Malacitana en nombre de D. Jesús Catalá? Lo que sentí, creo que nunca tendré las palabras suficientes para explicarlo: alegría, satisfacción por mi labor realizada en la parroquia… pero, a la vez, pensaba que en esa Medalla estaba reflejado el rostro de muchas personas que me han ayudado a levantarme y caminar, convirtiéndose en mi familia; personas que me han escuchado y aconsejado. También sentí una gran alegría al ver a mi madre allí, su cara de alegría; y a mi familia, que no es de ir mucho a la iglesia. ¿Cuándo comenzó su vida en la parroquia? En un campamento. Era mi primera salida de casa, mis primeras vacaciones (o eso creía yo), mi primer TODO, nunca se me olvidará. Es verdad que no comulgué ninguna vez, no me sentía preparada, pero a la vez iba notando algo en mi interior, algo que no puedo explicar con palabras, pero que era muy bonito. Me propusieron dar catequesis, yo iba igual que un niño, con mi libro y mi BIBLIA y escuchaba a Lola, mi compañera de catequesis. Así fui entrando, cada vez quería conocer más a Jesús. Y, poco a poco me fui integrando en Cáritas, en el coro, en el despacho parroquial, en la Economía… y así llevo ya 11 años. ¿De qué modo el Señor ha sido un pilar en su vida? Cuando todo me iba bien, llegó la enfermedad, llegaron esas preguntas que rondan por mi cabeza: “¿Dónde está Dios? ¿Por qué no me ayuda? ¿Qué le he hecho yo para merecer esto?”. Solo quería respuestas, pero no las veía o no las quería ver. Aprendes a valorar a las personas, los padres, a los hermanos, a la familia y a los verdaderos amigos, pero también se alejan muchas personas, quizás por no seguir el ritmo de vida de antes, no lo sé, lo que sé, es que se quedan a tu lado los que verdaderamente te quieren tal como estés. Te hace ser una persona más humilde, más madura y sobre todo no mirar a ninguna persona enferma con lástima, porque todos somos iguales. Con el paso del tiempo te das cuenta de que los obstáculos se pueden superar, si se lucha con fe, devoción y amor. Aprendes que con esfuerzo y fe en Dios, podemos vencer cualquier obstáculo. Se sacan fuerzas de las debilidades, y luchas para seguir caminando. Pero muchas veces digo igual que Jesús: «¿Por qué me has abandonado?». En todo este camino de mi enfermedad, ahí ha estado y está Jesús: en Cáritas, en el coro, en la Eucaristía, en las personas… a través de ellos, Jesús me da su mano, me levanta y me enseña a caminar cada día. ¿Recuerda las palabras que le dijo el Vicario al entregársela, en nombre del Obispo? Ese día no sabía a qué venía, le di mil vueltas a mi cabeza pensándolo, pero nunca me imaginé que era para entregarme la medalla. Don José llegó y se vino donde yo estaba, en el coro con la guitarra, nos saludó… recuerdo que la homilía empezó haciendo referencia a los enfermos… pero no sé, veía algo raro, me miraban mucho, pero yo como siempre a lo mío. Cuando ya dijeron mi nombre dije “¿esto qué es? ¿Están diciendo mi nombre?” No me lo creía, no entendía qué pasaba, porque hay muchas personas que también merecen esa medalla, incluso más que yo. Salí y Don José me dijo felicidades, me dio un abrazo y me colocó la medalla y me volvió a abrazar, pero también me dijo que siguiera luchando y caminando como ahora, junto con Jesús. ¿Cuál es su acción de gracias a Dios? Le doy gracias por mi familia, por todos esos niños, jóvenes, adultos, ancianos, párrocos… cuyas palabras y sonrisas me consuelan, por esos oídos que me escucharon, por ese corazón de amistad, cariño y amor que me dan. Pero le doy gracias a Dios sobre todo por la fe que me ha dado, aunque a veces yo diga “que poca fe tengo” por esa fe que se tambalea, pero Él me haces caminar en la verdad, a pesar de la oscuridad. No me arrepiento de ser cristiana, ni me avergüenzo de decirlo, voy a la iglesia con orgullo, lo que hago lo hago con toda mi libertad, pero sí me arrepiento de no haber conocido antes a Jesús, siento en esos años como un parón en mi vida. Yo he visto la parroquia como mi familia, para mí es como si me hubieran dado vida el entrar en ella. Para mí la parroquia no es un sacerdote, ni yo… para mí todos somos iguales. Yo no voy a Misa a escuchar al cura, sino a escuchar la Palabra de Dios. Le doy gracias por cada día que me da y por todo lo que ese día lleva. Pero sobre todo doy las gracias por el amor de las personas.