NoticiaConoce la Catedral La taca de santa Bárbara Publicado: 15/11/2022: 14417 De las quince capillas con las que cuenta la Santa Iglesia Catedral de Málaga, incluida la mayor del presbiterio, una de las más importantes histórica y devocionalmente hablando es la que está dedicada a santa Bárbara. Para sostener su culto y asegurar los sufragios por su alma, el canónigo Francisco del Pozo fundó en ella una capellanía en 1522, cuyo sostenimiento se conseguía gracias a los réditos de varios inmuebles y propiedades que este clérigo adscribió a tal efecto. De esta forma, la capilla en cuestión, como todas las demás, se convertía prácticamente en una iglesia dentro de la Catedral, con celebraciones diarias y numerosas. La atendían cuatro sacerdotes de los cuales dos, por expreso deseo del fundador, debían ser antequeranos en atención a los años que él había servido en la iglesia de San Sebastián de la ciudad hermana. Estos capellanes de Santa Bárbara llegaron a gozar de gran prestigio de modo que, en ocasiones, surgían ciertos piques entre ellos y el Cabildo, especialmente por cuestiones de precedencia en las procesiones o ceremonias. El caso es que la administración de sus rentas y funciones fue generando un voluminoso archivo donde además, se custodiaba la bula de la fundación, títulos de propiedad y demás documentos valiosos que había que conservar debidamente. Para ello, en la sacristía de la capilla, se construyó en 1765 una hermosa taca o alacena, que ocupa todo el testero de fondo, construida en madera de pino y de roble, sin barnizar. Es de admirar en todo el conjunto la finísima labor de talla que ostenta, a base de motivos vegetales, acantos y florones, contando también con unas cartelas superiores con el escudo de Francisco del Pozo y los atributos papales, mientras que en las inferiores se expresa la fecha de construcción, aunque sin el menor indicio sobre su autoría. Igual de admirables por la técnica empleada son las diversas fallebas y cerraduras, que están a la altura de una pieza muy relevante que merecería una buena restauración y una justa puesta en valor. Por Alberto Palomo