NoticiaCoronavirus TESTIGOS DE RESURRECCIÓN. «No hay resurrección sin Dios» Publicado: 08/05/2020: 20029 La hermana Soledad Gómez Jiménez es una de las tres personas que forman la comunidad de las Hermanas Mensajeras de la Esperanza, asociación de fieles que tiene su casa en el monasterio de Santa María, en Estepona. Resucitar, pasar de la muerte a la vida. La ley natural hace que el ser humano luche por vencer cualquier batalla que atente contra su vida. Por eso podemos decir que constantemente estamos experimentando una lucha contra el enemigo. Y parece que es esta pandemia la que nos pone en “jaque” y se vanagloria del poder de su victoria. Pero hemos de saber que el covid-19 no es la única amenaza. Y que hay otra ley, la sobrenatural, que ha de defender no ya nuestra vida mortal, sino la del espíritu. El hombre es cuerpo, corazón y alma. Y todo ello le ha sido dado por un Dios único que le ama, que quiere salvarle, que le instruye, que le potencia con memoria, con entendimiento y con voluntad, y que finalmente respeta su libertad. Resucitar es, antes que nada, experimentar la debilidad, la pobreza, la pequeñez y después, solo después, vivir y abrazar la esperanza cierta y prometida por el autor de la vida y el vencedor de la muerte. No hay esperanza sin fe, por lo tanto, tampoco hay resurrección sin Dios. Ojalá que siempre y que en cualquier derrota en nuestras batallas, la humildad nos llevase al reconocimiento de nuestra nada, a la necesidad de Dios, a la mano de la esperanza y a la alegría de la fe, para poder levantarnos de tierra y sorprender al enemigo, que ya nos había vencido, diciéndole: “Jaque mate. Te he vencido. ¡He resucitado con Cristo!”. Ánimo, que como dice Dt. 20, 4: “Dios peleará a tu favor”. Él fue el escudo y la espada de todos aquellos que nos precedieron en el campo de batalla y que hoy viven eternamente. Miremos a la Stma. Virgen en este mes de mayo. ¿Quién como ella supo aplastar al mal? Pidámosle que cada día nos enseñe a hacer “lo que Él nos diga”, y que se dé el milagro de transformar nuestra pobre agua en vino, para compartirlo con los demás y así poder celebrar con él nuestras victorias.