Coincidiendo con la movilización general de las tropas en Europa, es elegido Papa el cardenal Della Chiesa, arzobispo de Bolonia, que gobernará la Iglesia durante ocho años (1914-22). Su pontificado coincide, en gran parte, con la Primera Guerra Mundial. Fue el Papa de la Paz. Se mantuvo neutral desde el principio hasta el fin del conflicto. Tal neutralidad fue muy mal comprendida por las diferentes naciones en lucha. Cada nación pretendía temer la razón de su parte, condenando a las otras. El nuevo pontífice publicó tres documentos con el fin de conseguir la paz, siendo muy célebre la “Pacem Dei munus”. No consiguió la paz.

Ante esta situación, el Papa ordenó la creación del “Oficio en favor de los prisioneros de guerra” consiguiendo el canje de muchos prisioneros, evitando de esta manera las deportaciones masivas; unos 100.000 prisioneros de guerra heridos fueron trasladados a países neutrales. Estableció el “Comité del Hambre” para el reparto de alimentos y medicinas. Se organizaron colectas que recaudaron 82 millones de liras-oro. Dictó una serie de disposiciones con el fin de facilitar a los capellanes castrenses la atención espiritual a los soldados en el frente.

Fue muy laudable la ayuda prestada por el rey de España, Alfonso XIII, que secundó la labor del Papa, creando una oficina en la que se realizaron 250.000 investigaciones sobre desaparecidos, repatriando a unos 6.000 soldados y librando de la pena de muerte a unas 50 personas.

La actividad pacificadora del Papa conmovió especialmente a diversos gobiernos de Europa: desde 1914, Inglaterra tiene embajador ante la Santa Sede; Holanda desde 1916; Portugal reanudó sus relaciones en 1918 y Francia en 1920. La Sociedad de Naciones felicitó efusivamente a Benedicto XV. Hay que reconocer que a este Papa, cuyo pontificado es poco conocido, Europa y la Iglesia le deben mucho.