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Excesos y sobre excesos

Publicado: 07/01/2015: 10300

La psicóloga Paloma Carrasco nos ayuda a analizar los problemas psicológicos asociados a una mala alimentación.

Vamos a analizar por qué hay tantos problemas psicológicos asociados a una mala alimentación, y por qué desde hace relativamente pocas décadas el sobrepeso es uno de los problemas de salud más importantes de nuestra sociedad. Vinculamos culturalmente la sobreabundancia, el poder comer lo que quiero y cuando quiero, como símbolos de “riqueza y bienestar”, y creo que aquí radica en parte el problema.

Sin embargo, como Psicóloga, Experta en Terapia Sistémica, me gusta analizar cualquier caso desde el punto de vista relacional. Por eso creo que deberíamos pensar ¿cuál es la relación que mantengo con la comida?, y reconocer que en todas las relaciones se pone de manifiesto una parte importante de cómo es mi relación conmigo mismo. Por ejemplo, si cuando me doy un atracón de aquello que me gusta más experimento una sensación de profundo gozo que al pasar las horas se convierte en arrepentimiento y frustración, tendremos que plantearnos por qué permito que la comida ocupe un papel tan importante en mi vida. “Conócete, Acéptate y Supérate” es un lema de San Agustín con el que trabajo habitualmente. Para crecer y mejorar es indispensable el buen conocimiento de uno mismo, aceptar, y afrontar los motivos por los que no puedo controlarme en temas de alimentación. Es preciso admitir que comer mal —bien por no comer de manera sana y equilibrada, bien por no ser capaz de comer de forma ordenada y moderada— no es precisamente signo de libertad, sino más bien lo contrario. El motivo es que sin autocontrol y autodominio es muy difícil vivir bien. A veces la comida, aunque parezca extraño, rellena una carencia afectiva o ayuda a paliar un pico de estrés o de ansiedad, o simplemente produce una satisfacción a corto plazo que alivia en parte síntomas depresivos.

Y además, está el componente social: mirar a los demás me ayuda a ser más responsable en el uso de la comida. Ante todo este desajuste, la mejor terapia de todas es tener una vida completa, llena de sentido. Cuando dejamos que el Señor ocupe el centro de nuestras vidas, es todo mucho más sencillo. Nos ayuda a relativizar, a colocar cada cosa en su sitio, a no hacer de nuestras preocupaciones y avatares el eje sobre el que todo gira. El Amor que Dios nos tiene nos recuerda que
somos mucho más que todo eso.

 

Paloma Carrasco
www.palomacarrasco.com

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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