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Semblanza de José Avila Barbo

Publicado: 09/05/2005: 4881

 

Día 10 de Mayo, memoria litúrgica de San Juan de Avila, que los sacerdotes vivimos como solemnidad porque es el patrón de los sacerdotes seculares de España. El santo que trabajó por la santificación de los sacerdotes, que escribió memoriales al Concilio de Trento. Espiritualidad honda, reforma de vida evangélica.

En el oficio de lectura, leemos hoy: “No se otra cosa más eficaz con que a vuestras mercedes persuada lo que les conviene hacer que con traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho en llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal.”

De este santo, D. José Avila era discípulo entusiasta. Así lo conocimos desde que llegó a la Diócesis de Málaga, invitado por el entonces Obispo Ángel Herrera Oria. Era el año 1949 y el Obispo había decidido cambio de los sacerdotes responsables de la formación del seminario. También necesitaba colaboradores incondicionales en las obras educativas y sociales que comenzaba a gestar, a los dos años de su llegada a Málaga.

D. José Avila había trabajado como buen jesuita en obras de dimensiones sociales. Después de discernir lo que Dios quería de él, acepta la invitación del Obispo y se incorpora al presbiterio de Málaga cuando ha cumplido los 39 años. A los jóvenes nos parecía mayor, desde nuestra edad de hoy le percibimos como joven con mucha vida ministerial por delante. Su primer quehacer adscrito a la Parroquia de Santiago hasta que conozca la realidad eclesial malagueña y se identifique con el pensamiento de Mons. Herrera Oria. Celebra la Eucaristía y el Sacramento de la Penitencia. Progresivamente conocerá personas que admiran la capacidad de escucha, de silencio y de oración de D. José, comprenderá situaciones de la diócesis y de la propia realidad social malagueña

En Septiembre de 1950, un año después de su llegada a Málaga, es nombrado confesor ordinario del Seminario. Fue el primer capítulo de la colaboración concreta y específica que el Obispo deseaba. El P. Avila acoge y anima a los seminaristas, en momentos de transición en el seminario. Es exigente y comprensivo, repite las llamadas a la santidad que siempre estuvieron presente en el Seminario reformado del Beato Manuel González, pero lo hace con impulso renovado que los seminaristas acogen con gratitud.

Durante la cuaresma de 1951 dirige los Ejercicios Espirituales al Seminario Mayor. Muchos de nosotros recordamos la reiterada referencia ignaciana de contemplar la imagen del hombre como “exiliado entre brutos animales...” Lo decía con tal fuerza, con tal convencimiento que hacía fácil la imaginación y, sobre todo, suscitar los sentimientos de conversión más radicales.

La primera tarea que añade el Obispo al ministerio sacerdotal de D. José y que constituye quehacer pastoral valioso es la de Consiliario de la Delegación de Sindicatos. Le recuerdan los ya ancianos sindicalistas que permanecen entre nosotros. Es sacerdote a disposición de todos, es buen consejero cuando surgen las inevitables tensiones, y es, sobre todo, sacerdote que anuncia el Evangelio en las muchas ocasiones a las que es invitado, que conoce la realidad del mundo obrero y que sabe ofrecer el mensaje de Jesucristo desde la dimensión social que entraña.

D. José siempre fiel al Evangelio, a la enseñanza social de los papas y del Obispo y con especial sensibilidad en favor de la justicia, de los derechos de la persona. Nunca se doblegó ante nadie, jamás se vendió por ningún plano de lentejas.

Una anécdota señala su coherencia. Es invitado a predicar el triduo con motivo de la fiesta San Pancracio, patrono de la salud y el trabajo. En aquellos años devoción que convoca a muchísimas personas. La Parroquia d e San Juan está llena de fieles. El primer día, después de presentar lo poco que conocemos del santo, expone un capítulo de doctrina social de la Iglesia sobre el trabajo. Al finalizar la bendición con el Santísimo y el responso por los difuntos, un reducido grupo de personas piadosas, que son responsables de los cultos, se acercan a D. José y le recuerdan que el ha sido invitado para predicar del santo y no sobre el trabajo que ha sido la reflexión del primer día. E insisten que le han buscado para que de a conocer la vida del santo y no para otra finalidad. D. José, como es lógico, continuó con el temario que había preparado hasta el final.

La segunda tarea que le pide D. Ángel Herrera es gestionar la construcción de las Escuelas Rurales. Se entrega a la obra con la ayuda principal del seglar D. José Herrera. Hay que unir eficacia, prontitud y economía. Solicita proyectos y uno de los más ventajosos corresponde al modelo que edifica en Los Rubios. Sin embargo, por diversas circunstancias aquello no contó con el visto bueno de los responsables del Patronato ni del Obispo.

Relevado del encargo D. José Avila entendió y trabajó en favor del Patronato de las Escuelas Rurales hasta el agotamiento en otros quehaceres. Cuánto desplazamiento, cuánta colaboración a la formación de los maestros y maestras rurales. Que pasión para vivir como propia la encomienda del Obispo. De hecho es el primer Director Espiritual de “Instaurare”, la institución que pretendía ampliar el servicio de la maestra rural con la enfermera y la asistente social. Cercano a Rosario Pérez de la Cruz durante un breve tiempo ayudó a plasmar en aquellos primeros miembros el más recio espíritu ignaciano, contemplativos en la acción.

En el año 1956, el día 16 de este mes se cumplirán 49 años, es nombrado Párroco de Santa María de la Amargura, con sede en la conocida y venerada Ermita del mismo nombre. La Cofradía responde con generosidad a la petición del Obispo y aquel espacio reducido, pero lleno de tradición religiosa malagueña es la sede de la desmembrada Parroquia de San Pablo. No es fácil la tarea porque es iniciar nueva parroquia con feligreses que se sienten vinculados afectivamente a anteriores raíces.

Entiende y quiere a la popular Cofradía y los hermanos le comprenden y le quieren. Afecto y valoración mutua que se ha mantenido al paso de los años. Tanto que la Cofradía le concede y le impone la Medalla de Oro. Siempre a disposición de todos los que llegan. Su vida sacerdotal que ha sido en gran parte itinerante, ahora tiene mayor quietud. Además de los quehaceres propios de párroco, aumenta el tiempo de dedicación al confesonario, a la dirección espiritual.

Y lo que es más de agradecer y donde manifiesta su espíritu sacerdotal es con su actitud ante el joven sacerdote que es nombrado coadjutor, D. Ernesto Wilson Plata. Cuando D. José contempla sus cualidades en favor de los niños y de los adolescentes, le indica que se dedique totalmente a ellos. Que en la Parroquia sólo debe celebrar la Eucaristía, lo demás lo hará él. Todo lo que supone despacho, expedientes, atención de enfermos, cáritas, sacramentos y sacramentales, será tarea de D. José. Aquella actitud tan generosa, facilitó la atención a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, años después a adultos. De aquella dedicación nació MIES que le debe tanto a D. José Avila Barbo, el primer párroco de la Amargura.

En el año 1977 deja de ser párroco y es nombrado Beneficiado de la Santa Iglesia Catedral. Tres años más tarde, canónigo. En la Catedral ejerció el ministerio tan importante de confesor. Cuántos fieles le buscaban para recibir el perdón de Dios y el consejo oportuno, lleno de la sabiduría del Espíritu. Pero su vinculación a la Parroquia de la Amargura continuó. La celebración de la Eucaristía y el confesonario, especialmente cuando le fue imposible desplazarse a la Catedral, ha sido hasta hace unos días constante de su entrega sacerdotal, a pesar de sus muchos años, más de 95.

Mientras su salud lo ha permitido acogió diversos servicios que el Obispo le pidió. Asesor religioso de la Delegación Regional de Andalucía del Sindicato de Escritores, Delegado Diocesano para la reestructuración del Patrimonio de la Diócesis, Miembro de la Delegación del Patrimonio Cultural y Artístico y Juez Adjunto en el proceso de Beatificación del P. Arnáiz.

Ha sido D. José siempre el sacerdote buen consejero, respetuoso, que ofrecía ánimo a quien llegaba hasta él. Al mismo tiempo fiel a la enseñanza de la Iglesia, jamás una crítica a pesar de que debió vivir circunstancias que le hicieron sufrir. Espiritualidad centrada en Jesucristo, con un amor fuerte, explícito, manifestado a la Virgen María.

Ha tenido la suerte de contar con la cercanía y el cuidado des sus sobrinos. Podemos decir que D. José, de carácter recio, ha acogido estos años la ternura de los suyos y la ha agradecido y valorado.

Querido D. José, sus hermanos sacerdotes de Málaga, en cuyo presbiterio Vd. se insertó hace 56 años, presididos por el Obispo, sus feligreses de la Parroquia de la Amargura, los cofrades del Santísimo Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura, los viejos amigos, y tantos cristianos como han recibido de Vd. el bien de su palabra, de su consejo, rezamos por Vd. y le manifestamos cariño y gratitud. Y le despedimos con la confianza de que ha oído de Dios las mejores palabras: “Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

Francisco Parrilla Gómez,
Canónigo Magistral

Autor: diocesismalaga.es

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