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Semblanza de Juan Martínez Casasús

Publicado: 01/04/2008: 1649

 

Estamos en días de Resurrección, de nueva vida, de luz. En la Eucaristía de ayer martes, día 1, cuando falleció Don Juan, nos recordaba el Evangelio: Tenéis que nacer de nuevo (Jn 3,7b). En las preces de Laudes de esta mañana rezábamos: Ilumínanos, Señor, con la claridad de Cristo.

Pues al nacimiento definitivo, a ese nacer de nuevo, ha llegado nuestro hermano D. Juan Martínez Casasús, a sus 96 años de edad. Ya vive para siempre con el Señor. Y la luz del Señor, con toda su claridad, ya ha iluminado su rostro.

Estábamos muy cercanos a celebrar con él, entre todos nosotros, sus 75 años de sacerdote, que los haría en el próximo mes de junio (fue ordenado el 29 de junio de 1933).

Don Juan vivía desde septiembre de 2005 aquí en Churriana, en la Residencia El Buen Samaritano, siendo en esta casa, como dondequiera que ha estado, un ejemplo de hombre correcto, agradecido, muy educado siempre, muy sencillo y un formidable ejemplo de paz, silencio y serenidad. Así ha vivido y así ha fallecido.

Nació el 23 de octubre de 1911 en Ruesta, cerca de Sos del Rey Católico (Zaragoza), hijo se Saturnino y Joaquina, padres de seis hermanos, tres varones y tres mujeres, dos de ellas religiosas; él era el 4º entre los hermanos.

Siendo miembro de la congregación religiosa de los PP. Agustinos trabajó como sacerdote largos años en Latinoamérica. Finalmente vino a Málaga por tener familia aquí y por haber conocido a nuestro D. Alberto Planas.

En nuestra diócesis fue primero, de 1990 a 1992, Capellán del Hospital Civil, hasta que por una caída se rompió una pierna y tuvo que dejar aquella misión. Luego, jubilado, fue colaborador de la parroquia de San Juan y de la iglesia del Cristo de la Salud, de 1992 a 1995, mientras físicamente le fue posible.

Varios años vivió en la Residencia Sacerdotal de c/ Salinas, hasta septiembre de 2005. Y desde entonces, ya necesitando cuidados especiales, en la Residencia El Buen Samaritano, de Cáritas Diocesana.

A ambos lugares, y al personal que tan cariñosamente le ha atendido y cuidado, agradecemos su ayuda y su atención constante.

Y un dato especial y significativo de hombre bueno: de su tiempo y trabajo en Colombia le había quedado una pensión de allí. Nunca la cobró para él, mensualmente la pasaba a una residencia de niños huérfanos de aquel país.

Un hermano sencillo, bueno, callado, silencioso, austero y generoso… Un hombre de Dios, un sacerdote que sabía darse. Y que se ha dado.

Agradecemos al Señor su vida.

Y le agradecemos a Don Juan su acogida a la gracia del Señor y su aportación humilde pero cierta al don de Dios que recibía.

Don Juan era, con sus 96 años, el sacerdote mayor ahora en nuestra diócesis. Pidámosle al Señor, Buen Pastor, que nos conceda las vocaciones sacerdotales que necesitamos entre nosotros para continuar bien, en cadena de hermanos, el anuncio del Evangelio.

Y que en estos días de Resurrección, de vida nueva y de luz, continuemos todos gozosamente abiertos a la voluntad del Padre.

Antonio Aguilera Cabello,
Vicario del Clero

Autor: diocesismalaga.es

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