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Semblanza de Carlos García Batún

Publicado: 12/06/2008: 1978

 

Recién estrenado el día, este caluroso 12 de julio, a las 0’30 horas, nuestro hermano sacerdote, Carlos García Batún, estrenaba su nuevo hogar, en la casa del Padre Dios. Dios lo ha llamado a vivir definitiva y gozosamente para siempre con él.

Y Carlos, como en tantas llamadas anteriores de Dios, ha ido feliz al encuentro con quien él ha sentido y contado siempre que lo amaba.

Carlos nació en Málaga, en marzo de 1925. Y fue ordenado sacerdote el 1 de julio de 1951. Ha fallecido, por tanto, con 83 años de edad y con 57 años de sacerdocio. Vida por entero entregada al servicio del Señor y de la gente.

En septiembre de 1941, tiempo de muchas dificultades y carencias, Carlos ingresó en el Seminario. Muy inteligente y despierto debía ser el muchacho, según consta en su expediente, cargado de muy buenas calificaciones. Pero, sobre todo, Carlos andaba lleno de una inquietud vocacional enorme: tenía que ser por completo de Dios y había que servir a los demás desviviéndose uno mismo. Con este deseo, y concretándolo en el sencillo caminar de cada día, Carlos fue pasando sus años de Seminario. Seminarista ejemplar, dicen su compañeros de entonces. Así hasta el día primero de julio de 1951, cuando, en la parroquia de los Santos Mártires, fue ordenado sacerdote. El mismo día fue nombrado párroco de Fuente de Piedra y encargado de Humilladero.

Allí feliz y contento, y trabajando con todo el fervor de un cura lleno de Dios y pleno de vitalidad. Pero, nueva llamada de Dios, de la Iglesia: a Venezuela. En enero del 52 el Sr. Obispo le propone marchar a aquellas tierras americanas. Y allá va Carlos: vicerrector del Seminario, profesor allí, promotor de justicia,… y todas las tareas que en lugar necesitado de sacerdotes iban surgiendo.

En Venezuela hasta de septiembre de 1959. Nuevo nombramiento, ahora a Málaga: parroquia de San Ignacio, desde el año 59 al 71. Labor muy especial: ingeniándoselas siempre para ver cómo llevar el Evangelio del Señor a los más pobres, los más alejados, los más necesitados. No le faltaron nunca ganas ni decisión total:

Que había que ser afilador, afilador se hacía. Que había que ser fundidor, fundidor era y fundición montaba para los muchachos que necesitaban aprender algo, estar en grupo, vivir sanamente, buscarse la vida… Me hice todo para todos, con tal de ganarlos a todos, decía San Pablo. Y eso vivía Carlos. Ejemplar sacerdote. Posteriormente pasa a ser encargado de la parroquia de San Andrés. Y luego Consiliario de la Tercera Edad.

Siempre llenando su vida de Dios y de rostros humanos muy concretos a quienes servía y de quienes aprendía. Con excelente humor y con oídos y alma a la escucha de todos.

Tuvo otra gran suerte: personas que le han servido a él. Sí, él servidor de los demás en todo, y él servido por los demás. Entre esas personas, destacamos y agradecemos muy grandemente la atención que le han prestado en su tiempo de debilidad y enfermedad las “hermanas” –hermanas, en el pleno sentido de la palabra– Mirella y Elisa. ¡Gracias por lo que habéis hecho por Carlos!

Y gracias a otras muchas personas, que igualmente habéis estado también atentas a él. Y nada más. Es tanto lo suyo que los brazos del Padre se han abierto para Carlos. Y la sonrisa de Dios se ha hecho hoy sonrisa ancha y plena para él, para su hijo Carlos.

Ponemos ahora en el altar su vida: vida que agradecemos al Señor, y vida de la que todos nosotros aprendemos.

Rvdo. D. Antonio Aguilera Cabello,
Vicario del Clero

Autor: diocesismalaga.es

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