DiócesisSemblanzas

Semblanza de Rafael Sánchez Flores

Publicado: 14/10/2008: 2874

 

La mañana del 14 de Octubre todos tuvimos que oír, aunque lo esperábamos, que Don Rafael Sánchez Flores había cambiado su morada terrenal para entrar en la mansión eterna de Dios, nuestro Padre.

Hablar de Don Rafael es para mí un placer, pues es tanto lo que le debo: como Párroco de mi Parroquia del Rosario de Fuengirola, como compañero que colaboró y me ayudó en los inicios de la Parroquia de San Manuel, en Mijas Costa y como ejemplo de sacerdote entregado a su ministerio. Él estuvo a mi lado en mi caminar como sacerdote y Párroco. Si de San Pablo decimos que era un hombre “seducido” por el Señor, de Don Rafael yo afirmo lo mismo.

Nació en el año 1928 en su querido pueblo de Yunquera, cuna de nuestro último Beato malagueño: Juan Duarte.

Y, si el Beato Juan Duarte pertenece a la primera hornada del Beato D. Manuel González, Don Rafael pertenece a esa generación de sacerdotes de la segunda hornada de nuestro Seminario, y mamó bien aquello de “Espíritu Santo, concédeme el gozo de servir a la Iglesia de balde y con todo lo nuestro”. Con el espíritu que se vive en nuestro seminario él fue: “Evangelio vivo con pie de cura”.

Es ordenado sacerdote el 21 de Junio de 1953, en la Capilla de nuestro Seminario, por el Cardenal Herrera Oria; el Sr. Obispo le nombra Capellán del Monasterio de la Encarnación de Málaga. A finales de ese mismo año marcha como Vicario parroquial de Coín. Meses después se le nombra colaborador de Santo Domingo de Málaga. Fue para D. Rafael un año de hacer y deshacer continuamente su maleta. En Septiembre de 1954 es nombrado encargado de El Bosque y Benamahoma, cuando estos pueblos blancos de la sierra de Cádiz pertenecían a nuestra Diócesis de Málaga. Cruza el charco en 1957 y es enviado como Vicario Parroquial del Sagrado Corazón de Melilla donde permanece tres años. De vuelta a la península se le encomienda la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Mijas, donde permanece seis, (un Mijas como el solía decir con mucha gracia: “Amanece el hambre antes que el día”), y por fin, baja a la costa para encargase de la Parroquia de Los Boliches y posteriormente de Ntra. Sra. del Rosario de Fuengirola.

La presencia de D. Rafael en mi pueblo deja una huella que no se olvida. Tanto Los Boliches como Fuengirola no eran lo que hoy vemos en nuestro pueblo. Esto ha cambiado mucho, gracias a Dios.

En Los Boliches le toca edificar el Templo pues la capilla, donde se venera a la Virgen del Carmen, se queda pequeña y pone en marcha lo que significa la creación de una Parroquia con visión de futuro. En el Fuengirola del inicio del turismo (1966) va a recoger el clamor de los obreros venidos de fuera buscando trabajo y sin vivienda. Ante esta necesidad, Don Rafael me meterá en la aventura de construir “las casas del cura”, como es conocido hoy el Barrio de San Cayetano.

Cáritas, las Hermandades, las Catequesis, el culto a la Virgen del Rosario, etc. toman un dinamismo y un espíritu evangelizador que no podemos olvidar.

Anoche un seglar me hacia caer en la cuenta que, como hay gente para todo, algunos decían que era rico, pero lo que conseguía iba siempre a los pobres, a las “casas del cura”, a Cáritas… Muchas veces paseando con D. Rafael, este seglar y yo, veíamos en las calles muebles tirados que él decía: “eso no lo tengo yo en mi casa”. Vivía dentro de una ascética emanada en el espíritu del Beato Don Manuel González del que tanto hablaba.

Don Rafael era un hombre que amaba a la Iglesia. Y la amaba como es. Nunca, de sus labios, salió una palabra de crítica o malestar. La Iglesia diocesana y parroquial llenaban su corazón, y su parroquia del Rosario era de las primeras en colaborar en las necesidades diocesanas.

Un hombre de oración, sabedor que es un servidor y amante de la Iglesia (nacida del corazón del Crucificado), es lógico, que fuera un hombre feliz, que transmitiera confianza y pasara haciendo el bien.

“El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”. Estas palabras del Señor Jesús se han hecho realidad, ciertamente, en Don Rafael. Él, ahora, vive en la casa del Padre como intercesor. Él ya sabe lo que tanto oró con el Prefacio de la Misa de Difuntos: “la vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

Don Rafael, descanse en Paz.

Rvdo. D. José María Ramos Villalobos,
Arcipreste de Fuengirola - Torremolinos

Autor: diocesismalaga.es

Más artículos de: Semblanzas
Compartir artículo