NoticiaConoce la Catedral Esto sí que es un mortero Publicado: 15/11/2022: 11010 El incienso es uno de los elementos que, desde época remota, ha estado presente en la liturgia de la Iglesia. Su legitimidad se basa en las prácticas religiosas del pueblo hebreo, aunque su uso lo tomaron prestado los primeros cristianos de los rituales paganos, que les eran familiares. Esta fragante resina aromática, que tal es su composición, se quema en honor de Dios y con ella, se inciensa el altar, la cruz, el Santísimo Sacramento y, durante el transcurso de la Eucaristía, al celebrante y fieles para así recordarnos que somos un pueblo santo y sacerdotal y que asistimos a ella en condición de participantes, no de meros espectadores. Modernamente, tenemos gran variedad de inciensos elaborados a base de productos y aceites, muchos de ellos granulados y procesados y con fragancias diversas. Sin embargo, en siglos pasados este producto, fuera importado desde Oriente Medio o más modestamente elaborado con gomorresinas locales como el ajenjo, se manufacturaba en bloques compactos a los que había que triturar y preparar. De ahí este mortero de piedra perteneciente a la Catedral, toscamente labrado, que según consta en la documentación de su Archivo Histórico (legajo 851), se mandó construir en 1704 para moler las referidas pastillas de incienso. El recipiente en cuestión costó 6 reales y se guardaba en uno de los anejos de la sacristía, donde también se almacenaba el vino, el aceite, la cera, el carbón y especias tan caras entonces como la nuez moscada, la canela y el clavo, con las que se aderezaban los botillos donde se guardaba el amontillado empleado para consagrar que, generalmente, provenía de Lucena. En este mortero, hoy ignoto para casi todos y situado en la capilla del Pilar, también se quemaban, si procedía, los ornamentos sagrados que eran desechados por rotura o vejez, tales como hijuelas, palias o similares, lo que se hacía en señal de respeto por su condición sagrada. Mortero de la Catedral de Málaga Por Alberto Palomo