Los pastores, movidos por el anuncio que les ha hecho el ángel, van aprisa a conocer a Jesús. Dios ha elegido a los pobres y sencillos para que sean los primeros en llegar a Belén, ver al Mesías esperado desde la antigüedad y adorarlo. En una cueva fría y humilde se encuentra Jesús, rodeado del amor de María y José, ahora también de esos pastores, y de cada uno de nosotros que queremos aprovechar estos días para contemplar el misterio que rodea el nacimiento de Jesús; misterio de Amor, de humildad, de pobreza, de sencillez.

Lecciones en Belén

¡Cuántas lecciones podemos aprender en Belén! ¡Cuántos contrastes entre la vida de Jesús y la nuestra! ¡Qué necesidad de agradecer lo poco o lo mucho que tengamos! Estos días de encuentros familiares tenemos que valorar y querer más a las personas que nos rodean, dar testimonio del amor que Dios nos ha tenido dándonos a su Hijo como regalo. Valoramos ese regalo que es Dios mismo cuando nos acercamos a Él, también hoy presente entre nosotros en la Eucaristía; cuando le recibimos en la Comunión y le confiamos nuestras cosas: alegrías, preocupaciones…

Los pastores del siglo XXI seguimos celebrando la Navidad con los nuestros y en torno al altar, en la Misa, donde se hace presente Jesús; las oraciones y los cantos litúrgicos nos ayudan a dar gracias, pedir y adorar a Dios. En ella, leemos la Palabra de Dios y recordamos con júbilo cómo se han cumplido las escrituras y todo lo que Dios había prometido a nuestros primeros padres. De los pastores aprendemos a hacernos pequeños y humildes, gratos a los ojos de Dios, los de su Madre, que también es nuestra, y el bondadoso José. Jesús, María y José, que estemos siempre con los tres.