Nacido en Antequera en 1896, quedó huérfano al fallecer su padre en la guerra de Cuba. Estudió con los jesuitas y, concluido el bachillerato, se mudó a Madrid para continuar sus estudios.

Allí ingresó en el Seminario, y pensaba hacerse jesuita, pero el obispo de Málaga, san Manuel González, le hizo cambiar de opinión y lo embarcó en su proyecto de nuevo Seminario para la Diócesis. Tras un tiempo sirviendo a los más pobres en el asilo de San Manuel, en El Bulto, se hizo cargo de distintas responsabilidades en el Seminario hasta convertirse en rector en 1929.

El 21 de julio de 1936, tres días después del levantamiento militar, Enrique se encontraba en el Seminario haciendo ejercicios espirituales junto a otros 33 sacerdotes dirigidos por el jesuita P. García Alonso quien calificaría luego a Enrique como “la joya” del clero diocesano. Tras un minucioso registro en el que no encontraron lógicamente ningún arma ni resistencia, fueron llevados a la cárcel. En la noche del 31 de agosto, escogieron a algunos para asesinarlos. Él salió en defensa de uno de los curas que estaba enfermo. Le contestaron: “Ven tú también”. Al rato se escucharon tiros y, a la mañana siguiente, confirmaron su muerte.

Antequera celebra su día

Además de en el Seminario de Málaga, donde la figura del beato que fue su rector es objeto de gran devoción, también su tierra natal, Antequera, celebra con gran cariño la fiesta del 31 de agosto. Como recuerda el arcipreste de Antequera y párroco de San Sebastián y de Santa María-El Carmen, Antonio Fernández, «celebraremos una Eucaristía de acción de gracias en el día en que recordamos el martirio de Don Enrique en 1936. Toda su familia y el pueblo de Antequera venera su vida. Amor hecho Eucaristía, dando su vida para bien de su Iglesia. Su sangre derramada es fuente de vocaciones, a las que tanto cuidó y sigue cuidando. Tuvo siempre una atención especial a los sacerdotes recién ordenados».