NoticiaSemana Santa «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» Domingo de Ramos en Málaga // S. FENOSA Publicado: 06/04/2017: 13212 ¿Qué celebramos hoy? Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Hermán Marcel Lunar, párroco de Villanueva de Algaidas y Villanueva de tapia. «Ofrezcamos, ya no ramos de olivo, sino los ramos de nuestras victorias sobre el pecado» Un año más conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la antesala de su Pasión, Muerte y Resurrección. Su entrada no es como la de los grandes emperadores. Es una entrada humilde, como Él mismo lo había predicado en sus bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra” (Mt 5,5). El pueblo lo recibe como recibían a los emperadores cuando entraban victoriosos, con palmas al son de la aclamación ¡Hosanna!, y Él entra montando un pollino, «para que se cumpliese el oráculo del profeta: (…) He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un pollino» (Mt 21, 4-5). ¡Qué lección de humildad nos da el Señor! La liturgia de este año, del ciclo A, nos presenta el evangelio de la Pasión según San Mateo, quien nos muestra a Jesús como el nuevo Moisés, con una nueva ley para un nuevo Israel. Es así como en Jesús se cumplen las Escrituras, para que el israelita crea, de una vez, que Jesús es el Hijo de Dios. Es por ello que escucharemos al centurión decir: “realmente este hombre era el Hijo de Dios” (Mt 27, 54). Nuestro pueblo acompañará la procesión del Domingo cantando “bendito el que viene en nombre del Señor” y empuñando sus “ramos” de olivos, que luego llevarán a sus casas bendecidos y los colocarán en un lugar digno. También Jesús quiere entrar victorioso en nuestro hogares, como ese nuevo Moisés intercesor entre Dios y los hombres, para que se cumpla en nuestras familias la gran lección: «amarse los unos a los otros como yo les he amado», y formemos parte de ese nuevo Israel, la Iglesia, que se hace eficaz gracias a su Pasión, Muerte y Resurrección. Los cristianos, cada Semana Santa, debemos reflexionar acerca de la persona de Jesús, sus enseñanzas y su gran lección de amor, de entrega por todos nosotros, para que así, desde nuestro encuentro con Jesús, crucificado y resucitado, renovemos nuestro bautismo, seamos mansos como Él y le ofrezcamos, ya no ramos de olivo, sino los “ramos” de nuestras victorias sobre el pecado y repitamos, como el soldado romano, “realmente este hombre es el Hijo de Dios”.