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Diario de una adicta (XVI). Reconciliación

Publicado: 24/06/2016: 2341

Esteban no sabía ya qué decirme y con insistencia seguía con su declaración de intenciones.

Esteban no sabía ya qué decirme y con insistencia seguía con su declaración de intenciones.

- Cuando me acuerdo de ti se me iluminan todos mis pensamientos. Yo hubiera preferido sufrir por ti y estoy dispuesto a dar mi sangre o cualquier órgano de mi cuerpo para que tú te pongas mejor. Aquí me tienes para lo que tú quieras pero por favor no me dejes, mírame a los ojos y dime lo que tengo que hacer para conseguir tu perdón. ¡Mírame! Lo único que te pido es que me perdones. Sé que soy culpable y no puedo soportar mi culpabilidad. Dime con tu boca que me perdonas. Me merezco todo lo que me digas y me hagas. No soy ni persona ni humano, pero te necesito. No me niegues tu perdón. Yo sin ti, no puedo vivir y si algo te ocurre no sé lo que haré

La escena era humillante para él y triste, muy triste para mí, y se me empezó a despertar lástima y compasión, y con el rescoldo, muy vivo y reciente, del amor que le tenía, cuando él, con mucho cuidado y delicadeza me abrazó y me llenó de besos, una secuencia de dulzura y comprensión se apoderó de mí. Besándome estuvo casi toda la tarde. Le dije, con pocas ganas, que se fuera antes de que llegaran mis padres, pues no quería ni tenia ganas de discusiones y altercados, pues ellos estaban convencidos de que la culpa de todo era suya. Antes de irse me dejó en la mano una dosis; el dinero que le quedaba lo había gastado en ella, y me ayudó a consumirla antes de salir. En pocos segundos me sentí llena de energía, mi claridad mental aumentó y la sensación de paz y alegría me rellenó por dentro. El abrazo con el que me fundí con Esteban, nos hizo como pegarnos uno al otro durante un buen tiempo, y sellamos una silenciosa pero fuerte alianza en la que el amor, por lo menos por mi parte, era el protagonista.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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