Bajo el lema "Iglesia sin fronteras, madre de todos", cientos de personas llenaron la parroquia de San Gabriel y otros tantos se quedaron a sus puertas para unir su oración «ante la pasividad de nuestra sociedad y la falta de un compromiso político decisivo que ponga fin a esta situación, hemos de orar y actuar, como reiteradamente nos viene urgiendo el Papa Francisco».

El encuentro de oración comenzó con una celebración de la Palabra en la que se reclacó que «la misión de la Iglesia, peregrina en la tierra y madre de todos, es amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre estos, están ciertamente los refugiados y los perseguidos por su fe, que intentan dejar atrás difíciles condiciones de vida y todo tipo de peligros».

La procesión, en la que los participantes portaron una cruz de madera, se inició con esta invitación: «con velas, acompañamos a Cristo, hasta la orilla de nuestro mar, tantas veces testigo de las tragedias de los emigrantes, para orar por cuantos han perdido su vida por dar testimonio de la feo en su intento de encontrar una vida mejorm en una sociedad que les acoja».

Los participantes destacaron la gran participación y la emotividad de los gestos que se hicieron al llegar a la orilla del mar. En palabras del delegado de Misiones, Luis Jiménez, «ha sido un encuentro muy emotivo. Muchísima gente y la marcha hacia el mar ha sido un momento fuerte».

La jornada estuvo convocada por la Vicaría para la Acción Caritativa y Social, la Agrupación de Hermandades y Cofradías, Cáritas, CONFER y las delegaciones diocesanas de Apostolado Seglar, Infancia y Juventud, Manos Unidas, Migraciones y Misiones.