Misa Crismal (Catedral-Málaga)
Homilía del Sr. Obispo de Málaga en la Misa Crismal 2023 celebrada en la Catedral de Málaga
MISA CRISMAL
(Catedral-Málaga, 5 abril 2023)
Lecturas: Is 61, 1-3.6-9; Sal 88, 21-27; Ap 1, 5-8; Lc 4, 16-21.
Renovar el carisma de la ordenación
1.- Ungidos por el Espíritu
En la sinagoga de Nazaret Jesús hace la lectura del profeta Isaías, aplicándose a sí mismo el pasaje leído: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido» (Lc 4, 18).
La unción la realiza Dios-Padre; y el Hijo es ungido en el Espíritu Santo, que es la unción (cf. San Ireneo, Contra las herejías, III, 18,3; cf. San Basilio, Sobre el Espíritu Santo, XII, 28; San Ambrosio, Sobre el Espíritu Santo, I, 3, 44).
Queridos sacerdotes, hemos sido “ungidos”, “crismados”. Dios «nos ungió, nos selló y ha puesto su Espíritu como prenda en nuestros corazones» (2 Co 1, 21-22).
En esta celebración de la Misa Crismal damos gracias a Dios que nos ha ungido para ejercer el sacerdocio ministerial. Podemos aplicarnos, de manera análoga, el texto de hoy: «El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido» (Is 61, 1).
El Señor nos invita hoy a renovar la unción de Espíritu recibida en la ordenación sacerdotal.
2.- Ungidos para evangelizar
La unción que hemos recibido tiene una misión concreta: “evangelizar”, como el mismo Jesús proclama en Nazaret, parafraseando el texto de Isaías (Is 61, 1): «Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18).
¡Hermosa misión la de Cristo, el Ungido por el Padre para constituirlo Salvador del mundo! Y hermosa misión la que Cristo nos confía, para «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 19).
Queridos sacerdotes, no podemos echarnos atrás; no debemos zafarnos de esta hermosa misión que se nos ha confiado. Sabemos que los tiempos son difíciles y que nuestra tarea encuentra muchos obstáculos y la indiferencia de los destinatarios. Es posible que sintamos el peso del cansancio, del desaliento, de la tristeza, del desierto interior y hasta de la aridez de nuestro trabajo. Por eso hemos de poner mayor entusiasmo y celo pastoral.
3.- Renovar el carisma de la ordenación sacerdotal
Hoy queremos renovar y reavivar el carisma de la ordenación sacerdotal, como se reaviva un fuego siempre encendido, que tal vez tiene menor intensidad de luz y calor que cuando fuimos ordenados; es necesario remover las cenizas que ocultan el fuego del amor al ministerio y que impiden la propagación de su luz y de su ardor pastoral.
¡Removamos esas cenizas! ¿Cómo hacerlo? En primer lugar, es necesario potenciar la vida de oración y de piedad como fundamento de nuestro ministerio. La santidad habilita para el ejercicio del pastoreo, de la santificación y de la evangelización. Las dificultades en el ministerio precisan una rica vida interior, capaz de asegurar respuestas adecuadas, participando en el misterio de comunión y misión con Cristo y con su Iglesia. En el Hijo de Dios, muerto y resucitado, encontramos nuestra identidad, la fuente original de nuestra misión y el manantial de nuestra fuerza.
En segundo lugar, es muy importante la formación permanente de los sacerdotes; porque a veces quedan lejos los estudios realizados y hay necesidad de ser alimentado, pues de lo contrario no podemos alimentar a los demás. Esta formación ayuda a afrontar y resolver los problemas que se nos presentan. Inauguramos en este año el ciclo teológico de Licenciatura-Máster en Teología Fundamental, como ya sabéis. Se trata de un importante instrumento para la formación permanente del clero, sobre todo; y también de los religiosos y los laicos. Animamos a cursar estos estudios teológicos, que ayudan de manera extraordinaria al diálogo entre fe y cultura, dando respuesta a los retos que se nos presentan, elevando el nivel teológico y pastoral de los sacerdotes y enriqueciendo al pueblo de Dios. Podremos ser mejores evangelizadores y pastores.
Y, en tercer lugar, otra forma de renovar el carisma sacerdotal es potenciar la fraternidad sacerdotal. Todos los sacerdotes de la diócesis constituyen un presbiterio y una familia (cf. Concilio Vaticano II, Christus Dominus, 28); la comunión del presbiterio testimonia el amor de Dios para edificar su Reino. Estamos invitados a vivir una renovación de la fraternidad sacerdotal (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 17). La comunión, el diálogo, la relación con la Iglesia y las relaciones personales deben seguir las exigencias de la “representación sacramental” de Jesucristo, Cabeza y Pastor (cf. Ibid, 16).
La Misa Crismal, otras celebraciones, las jornadas de formación y los encuentros de sacerdotes son ocasión propicia para estrechar los lazos de fraternidad. En nuestro Presbiterio hay cada día más sacerdotes provenientes de otras diócesis, que no son oriundos de aquí ni se formaron en nuestro Seminario; pero debemos conocernos entre hermanos. Os animo a acercaros a los que no conocéis, porque han llegado en tiempos recientes o porque pertenecen a un arciprestazgo diferente.
4.- Centenario de la obra del Seminario
Celebramos este año el Centenario de la construcción del Seminario de Málaga por el obispo san Manuel González. Es un buen motivo para agradecer a Dios este gran regalo. El Seminario debe ser para todos, sacerdotes y demás fieles, la “niña de nuestros ojos”, que hemos de cuidar con amor; y debe seguir siendo misión de todos la promoción de las vocaciones al sacerdocio ministerial.
¡Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de proponer la vocación al sacerdocio, de suscitar vocaciones! Después el candidato ya se las entenderá con el Señor. ¡Animad, suscitad, promoved, entusiasmad a los jóvenes! Deberían plantearse al menos una vez en la vida: ¿Qué les pide el Señor? Conviene cambiar el modo de preguntar a los jóvenes; no hay que preguntarles qué desean ser, sino que le pregunten al Señor qué espera Él de ellos. Esta debe ser la forma de suscitar vocaciones.
5.- Agradecer a Dios la vocación sacerdotal
Hoy damos gracias a Dios por el don de nuestro sacerdocio ministerial y oramos por todos los presbíteros del mundo entero; de modo particular por quienes sufren persecuciones o trabajan en medio de grandes dificultades; por quienes están siendo tentados o pasan por momentos de debilidad o crisis. Y también por los que han pasado este año a la Casa del Padre del cielo.
Deseo agradecer vuestra dedicación generosa al ministerio y vuestra fidelidad a la misión confiada; vuestra fidelidad a la “unción del Espíritu”, al tiempo que expreso mi afecto fraterno a todos y cada uno de vosotros, que os llevo en el corazón y en mi oración cotidiana; cada día rezo por vosotros.
6.- Renovación de las promesas sacerdotales
Ahora renovaréis las promesas sacerdotales, reafirmando vuestra voluntad de asumir la misión recibida en vuestra ordenación, renovando la unción del Espíritu. Como ya sabéis de otros años, nuestros hermanos más mayores que están en la Residencia de El Buen Samaritano también renuevan las promesas sacerdotales en la Misa presidida por nuestro querido Obispo emérito, D. Ramón Buxarrais.
Queridos fieles, ¡amad de corazón a vuestros pastores! Ayudadles a ser santos sacerdotes; además de colaborar en las tareas pastorales y eclesiales de la parroquia o comunidad cristiana, debéis tener un “plus” con ellos de auténtica fraternidad, como miembros de la misma familia. Ellos son vuestros hermanos mayores que os ayudan en el camino espiritual.
Pedimos a la Virgen María, Madre de Cristo Sacerdote, que nos acompañe en nuestro ministerio y nos ayude a renovar el carisma recibido en la ordenación. Amén.