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Mirada sobre la eutanasia

Francisco Rosas delegado diocesano de Pastoral de la Salud
Publicado: 21/05/2018: 12393

CARTA ABIERTA. Francisco Rosas, delegado de Pastoral de la Salud.

Al igual que ocurrió con el aborto, actualmente se pretende despenalizar la eutanasia. El PSOE ha presentado en el Congreso de los Diputados una proposición de ley para legalizar la eutanasia y el suicidio asistido, considerándolos como un derecho individual reconocido y financiado por el Sistema Nacional de Salud.

¿Es la eutanasia una “muerte digna”? Es paradójico que el término dignidad se utilice tanto para defender la legitimidad de la eutanasia como para negarla, por lo que es importante clarificar qué entendemos por dignidad. Algunos reducen esta dignidad al disfrute de una calidad de vida y a la autodeterminación (si mi vida no tiene calidad, yo decido sobre ella). Por el contrario, otros entendemos la dignidad como el valor intrínseco que posee todo ser humano, independientemente de sus circunstancias, edad, condición social, estado físico o psíquico. La condición digna de la vida humana es invariable desde el nacer hasta el morir, e independientemente de condiciones cambiantes a lo largo de la existencia. La dignidad nos hace a todos iguales. Los creyentes afirmamos que la raíz y el fundamento último de la dignidad del ser humano es el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Por eso, «cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable». (CIC, 2277)

Nuestra sociedad vive de espaldas, huye, ante dos realidades que forman parte de nuestra existencia: la enfermedad y la muerte. Humanizar nuestra existencia comienza por educarnos para aprender a vivir estas realidades desde la infancia. Y, desde luego, «el uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados». (CIC, 2279)

Potenciar los cuidados paliativos y la sedación paliativa, al final de nuestra vida, con una atención integral al enfermo que incluya los aspectos físicos, morales y espirituales de este, y respete su proceso de muerte, bien en el hospital o bien en su domicilio, rodeado del cariño y el calor de sus seres queridos, representan la actuación éticamente correcta para nosotros.

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