NoticiaDiócesis Navidad, misterio de esperanza Detalle del Belén catedralicio. · Autor: S. FENOSA Publicado: 27/12/2014: 14716 Mons. Catalá ha recordado en la homilía pronunciada con motivo del día de Navidad que «captar el verdadero sentido de la Navidad es descubrir un mundo nuevo, porque este Niño es la esperanza de la humanidad y el salvador del mundo.» NAVIDAD (Catedral-Málaga, 25 diciembre 2014) Lecturas: Is 52, 7-10; Sal 97, 1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18. Navidad, misterio de esperanza 1. Celebramos hoy con gran gozo la hermosa fiesta de la Navidad, fiesta del Nacimiento del Hijo de Dios, que se acerca al hombre para devolverle la alegría, la esperanza y la vida. El Señor Jesús ha asumido nuestra naturaleza humana para sanarla, limpiarla y hermosearla. Todo el género humano es beneficiario de esta acción salvadora del Redentor. Todas las personas, cualquiera sea su raza, color, condición social, lengua o religión, son receptoras de esta gracia, que alegra a toda la humanidad. Incluso los que se declaran no creyentes o ateos también reciben los efectos del Amor divino encarnado. El sol sale para todos. Y Jesús es vida y luz para todo hombre; es el solo que nunca se pone. Como nos ha dicho el evangelista Juan: «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1, 4). La presencia de Jesús en la Navidad penetra en nuestro corazón y lo impregna del espíritu de su amor. 2. Estamos viviendo una época de ausencia de valores humanos, de crisis económica, de tensiones sociales, de desprecio de la vida humana, de desconfianza en la política, de violencia entre pueblos, de rencillas y tensiones entre etnias y grupos humanos. Parecía que la ciencia y el buen hacer de los responsables de las naciones iban a resolver todos los problemas que padece el ser humano: enfermedades mortales o incurables, falta de comunicación entre las personas, pobreza extrema en el mundo, carencia de libertad, guerras. A pesar de los avances de la ciencia, el ser humano sigue viviendo en tinieblas; tinieblas de ignorancia, de egoísmo, de soledad, de pecado, de falta de verdad, de carencia de verdadera libertad. La Navidad es fiesta de luz y de esperanza para todos los que viven en tinieblas. Como dice el profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Is 9, 1). El Enmanuel, el Dios-con-nosotros, el Niño-Dios es la luz que ilumina el corazón de todo hombre y le devuelve la esperanza. La oscuridad del mundo es superada por la luz de Cristo, que ilumina a todo hombre, como hemos escuchado en el Prólogo del Evangelio de Juan (cf. Jn 1, 9). 3. La Navidad es un misterio de esperanza. La celebración de la Navidad reanima nuestra esperanza de ser salvados, de vivir con mayor fraternidad, de gozar de la verdadera alegría, de sentirnos amados por Dios y por los hombres; de amar a Dios y a los hombres. El cristiano anuncia a los demás el amor de Dios, que ha experimentado en su persona, y les transmite la esperanza fundada en la acción maravillosa de Dios. La Iglesia hace brillar la Luz del recién Nacido en Belén y pregona la victoria del Dios-con-nosotros, como dice Isaías: «Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios» (Is 52, 10). A los cristianos de hoy, a todos nosotros, nos toca sembrar esperanza en un mundo roto, que pretende vivir sin Dios; en una sociedad sin valores humanos; en una civilización sin mirada transcendente. El Concilio Vaticano II recordaba la tarea de los discípulos de Cristo: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (Gaudium et spes, 1). Ésta es la tarea que el Concilio nos marca a todos nosotros. 4. El papa Francisco nos ha invitado a vivir la Navidad haciendo silencio para escuchar la voz del Amor; a contemplar el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 8, 39); y también a ser Navidad para los demás: “Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida. La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también luz de Navidad, cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad. Los ángeles de Navidad eres tú, cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor” (Papa Francisco, Felicitación navideña, Vaticano, 5 diciembre 2014). Acojamos al Señor, que se hace hombre y asume nuestra naturaleza para divinizarla, para hermosearla. Quienes reciben a Jesús, nacido en Belén, son hechos hijos de Dios, como nos ha recordado san Juan: «A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios» (Jn 1, 12). 5. Hoy celebramos con alegría que «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria» (Jn 1, 14). Captar el verdadero sentido de la Navidad es descubrir un mundo nuevo, porque este Niño es la esperanza de la humanidad y el salvador del mundo. Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Como nos recordó el papa Benedicto XVI: “Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40, 3)” (Mensaje de Navidad, Vaticano, 25.12. 2011). ¡Que la Virgen María nos ayude a profundizar en el verdadero sentido de la Navidad! Deseo felicitar a todas las familias y a todos los fieles de nuestra querida Diócesis de Málaga y pedir al Señor que vivamos la Navidad como misterio de esperanza. Amén.