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Cuaresma, un tiempo para confiarnos al sacramento de la Penitencia

Publicado: 13/03/2014: 9252

La Cuaresma es un tiempo oportuno para cuidar muy bien el modo de recibir el sacramento de la Penitencia, ese encuentro con Cristo, que se hace presente en el sacerdote: encuentro siempre único y distinto.

Allí nos acoge, nos cura, nos limpia, nos fortalece. En demasiadas ocasiones las excusas vuelan por nuestra cabeza y entorpecen nuestra decisión de confesar. Pensamientos, palabras, mentiras, deudas, odio, rencor...

El problema está cuando vemos la confesión como ese momento exclusivo en el que contamos al cura de turno lo malos que somos, y no vemos este sacramento como un momento de reconciliación con Dios Padre que desde el amor más grande no puede hacer otra cosa más que perdonarnos y empujarnos a mejorar nuestras vidas.
Dios no tiene un dedo acusador que nos espera para señalarnos con él. Dios nos espera con los brazos abiertos y hace fiesta cada vez que acudimos a Él con arrepentimiento y con ganas de ser mejores hijos. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el amor a Dios han de contar más que nuestros pecados.

Por eso vale la pena confesarse, porque Dios es amor. Sabemos que somos débiles... Sabemos que tal vez volvamos a caer porque no somos de hierro. Además vivimos en un mundo donde no es fácil la virtud. En donde la verdad, la honestidad, la justicia, la mansedumbre... a veces brillan por su ausencia. Es entonces cuando nos damos
cuenta que tenemos un lastre que nos pesa y no nos deja vivir... Y porque la confesión nos ayuda a reconciliarnos con el mundo, con los hermanos, con Dios…por eso vale la pena confesarse.

Al compartir nuestros secretos, fracasos, preocupaciones..., con otro, humanamente nos liberamos y más si la persona con el que compartimos nos nuestra su amor y comprensión. Es como si de pronto consiguiésemos un amigo, un socio, un cómplice... Entre dos es más fácil llevar la carga. Pues al confesarnos debemos ir con esa actitud, Dios será nuestro mejor confidente. Dios será ese amigo, cómplice, socio…que con misericordia espera que acudamos a Él.

Antes de la confesión es bueno hacer un buen examen de conciencia, que cualquier sacerdote, catequista, amigo nos puede proporcionar si no lo tenemos o no sabemos hacerlo. Luego con confianza acudamos al sacerdote. Esta parte también nos cuesta. Contar nuestros pecados a otra persona no es fácil, pero el sacerdote tiene la obligación de ayudar, escuchar y guardar el secreto de confesión.

Al terminar la confesión debemos escuchar la penitencia que el sacerdote nos diga. Son unas oraciones, o es tal vez, una meditación, o algo que se nos pide hacer. Y luego mientras él rece la absolución sobre nuestra cabeza inclinada, pidamos perdón a Dios. Sentiremos una nueva vida, porque Dios es vida. Una vez alguien me dijo que la confesión es como una operación quirúrgica complicada, que cuando se termina la persona operada se salva gracias a las manos del cirujano. Pues acudamos en esta cuaresma, como preparación para la gran fiesta de la Resurrección a la confesión, en ella nos espera Dios para salvarnos con su amor. En la confesión nos espera el mejor de los médicos, el que sana los corazones y nos impulsa a vivir una vida nueva. La confesión es la fiesta del amor, la bondad y misericordia de Dios, ¿ te la vas a perder?

Los cinco pasos de la confesión

Autor: Rafael Jesús Caro, párroco de Arriate y La Cimada-

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