"¿Qué podemos hacer?" Esta pregunta nos la hemos hecho muchas personas después de la tragedia de Lampedusa. Sentimos “vergüenza” e impotencia. Creemos, con razón, que son los gobiernos o la Comunidad Europea los que tienen que afrontar esta situación. Es algo que escapa de nuestras posibilidades de acción.

¿No podemos hacer nada?

Hay cosas pequeñas que no requieren un gran esfuerzo: una mirada limpia, un saludo en la escalera, en la puerta del colegio, en la parroquia… Salir a su encuentro, que se sientan acogidos. Preocuparnos por conocer sus inquietudes y su deseo de una vida mejor para ellos y sus familias. Desde esta cercanía seremos capaces de colaborar (hablando con nuestros hijos, amigos, vecinos…) en la “la superación de los prejuicios y preconcepciones en la evaluación de las migraciones” como el miedo a que se altere la paz social, a perder nuestra identidad cultural, a considerarlo competencia en el mercado laboral… En definitiva, podemos intentar cambiar la “cultura del rechazo” por la “cultura del encuentro” como nos ha pedido el Papa Francisco en su mensaje para las migraciones y los refugiados de 2014.