DiócesisSemblanzas Semblanza de Bonifacio Guzmán Villalobos Publicado: 28/12/2005: 4326 Desde las oficinas del Obispado nos comunicaron ayer, por la mañana, el fallecimiento de la madre del sacerdote D. Juan Loza, Párroco de Teba y Almargen. Hacía días que conocíamos la gravedad de la enfermedad.. Muy pocos minutos después se hizo presente la noticia de la muerte de Bonifacio Guzmán, “el Boni” como le llamábamos. Ha sido muerte que no ha causado sorpresa, pero sí dolor. Nos cuesta trabajo hacernos a la idea de que ha fallecido, que ya no es posible encontrarle los lunes cuando se desplazaba a Málaga. Con 61 años, -en febrero cumpliría los 62-, un trabajo pastoral intenso y vivido en la tierra que ha querido mucho, la axarquía. Desde aquél día que se hizo público el padecimiento que le habían descubierto, con cuánta rapidez ha pasado el tiempo. Bonifacio ha sufrido pero, sobre todo, ha sabido hacer frente con fe firme y entereza valiente a su debilitamiento, al proceso inexorable que el conocía. Ha sido su última y gran predicación, a manera de anuncio de la creencia en la resurrección fiado en las palabras de Jesús, “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en Mí no morirá para siempre.” Y ha muerto en la festividad de los Santos Inocentes, Mártires. Como ellos, de forma sencilla y sin ruido, ha sido “testigo”. Con su porción de limitaciones, como todos, aun los canonizados, pero siempre embarcado desde aquellos lejanos años del seminario en la sana obsesión de vivir y anunciar el Reino de Dios. Nació en Coín el día 10 de Febrero de 1944. De niño ingresa en el seminario de Málaga Pertenece a la generación que fue formada filosófica y teológicamente en la Facultad de Teología de Cartuja en los años posconciliares. El querido seminario mayor “San Torcuato” de Guadix, acogidos por la generosidad del obispo, Dn. Gabino Díaz Merchán fue la residencia. El Vicario General era nuestro actual obispo, D. Antonio Dorado Soto. Ellos eran los primeros en vivir la ilusión de aquellos años de incipiente renovación. Y también el P. Collantes, el jesuita director espiritual del seminario de Guadix, que quiso de manera muy especial a los seminaristas de Málaga, entre ellos a “Boni”. El P. Collantes era profesor de eclesiología, hombre cercano y comprensivo de aquellas generaciones que se deslumbraban con el P. Rahner, con Lubac, con Congar y con los documentos que había generado el Concilio Vaticano II. Aquel grupo de seminaristas que habían descubierto lo que el Evangelio tiene de “levadura en la masa” y que crecían en la sensibilidad al el mundo de los pobres Bonifacio fue ordenado diácono el año 1969. Según la costumbre debió permanecer un tiempo de ejercicio del diaconado para lo que fue destinado a la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, de Málaga. Allí comienza su experiencia ministerial. Es una parroquia formada por la barriada del mismo nombre que tiene vitalidad y que no está condicionada por ningún tiempo pretérito. Bonifacio conoce a muchos seglares incorporados a la vida parroquial y a otro grupo que son militantes de movimientos especializados, fundamentalmente obreros. Bonifacio trabaja y goza, aunque conoce que el día que sea ordenado presbítero debe dejar la parroquia e iniciar otra andadura que vivirá en tres sectores rurales de la diócesis: la comarca de Antequera, de Alora y de la Axarquía. El 21 de Junio de 1970 es ordenado presbítero y se incorpora al mundo que no abandonará hasta la muerte. El primer ministerio como Párroco es en Cuevas Bajas, durante tres años. En el año 1973 es párroco de Sierra de Yeguas, donde permanecerá seis años. Ama el mundo que vive y por lo mismo se siente cercano a los movimientos rurales que se inician en Málaga. Su ministerio, desde el equipo sacerdotal, extiende su trabajo a Fuente de Piedra. Pero donde permanecerá siete años es en Villanueva del Trabuco. ¿Cuáles son las actitudes sacerdotales que en cualquiera de estos lugares manifiesta la vida de Bonifacio? Ha destacado su sencillez, su austeridad de vida, su apasionamiento por el servicio de quienes se han acercado a el, ha querido a la gente y le han querido a el. Disponible siempre y con un gran sentido del humor. Destaca en su labor pastoral la valoración y el servicio de la catequesis. En la librería diocesana han comentado que cuando llegaba Bonifacio el lugar se llenaba de alegría y de admiración por su actitud tan positiva y de tanta preparación de la catequesis.. Ha sabido hacerlo y lo ha hecho siempre con entrega, con entusiasmo, convencido de la importancia de la tarea. La segunda zona pastoral donde vivirá el ministerio sacerdotal es la de Alora. El año 1986 fue nombrado párroco de Ardales, de Carratraca y de El Chorro. Las carreteras no son las de ahora y tiene que desplazarse por caminos más estrechos, con muchas curvas y pendiente del coche o camión que viene enfrente. Bonifacio atiende los tres núcleos, con residencia en Ardales. Vuelve a repetir la gran lección de su humanidad entregada al servicio de los feligreses, casi sin ser notado, que dejó escrito San Juan de la Cruz. El esquema pastoral de estos años es distinto al de los años de su recien estrenada ordenación. En aquellos primeros, debido a la situación política, hubo mucho de suplencia. Ahora hay que intensificar el quehacer evangelizador, la formación de militantes, el sentido de comunidad. Y en ello trabaja todo lo que puede. La respuesta responde al misterio de la gracia y de la libertad de cada persona, de cada creyente. Pero Bonifacio mantiene y fortalece lo que descubrió en los años de formación de Granada y que le han marcado para siempre. Una sensibilidad especial ante las situaciones, los problemas y la respuesta que la Iglesia debe ofrecer. Sabe muy bien que nos encontramos siempre como peregrinos y que la utopía, también la del Reino, nos hace caminar pero sin llegar a traducirla del todo. Por eso Bonifacio es persona de convencimientos profundos y radicales y, al mismo tiempo, de mirada comprensiva con todos y con la realidad. Cercano a los sacerdotes, sea cual sea la edad, el estilo, el pensamiento. Se siente bien cuando se encuentra con los hermanos sacerdotes y los sacerdotes se encuentran bien con Bonifacio. Las convicciones no le hacen inflexible. Siempre hay buen gesto, palabra amable y una pequeña dosis, en alguna situación, de sana ironía. En el año 1992 el arzobispo administrador apostólico le nombra Párroco de Algarrobo, Sayalonga y El Morche, así durante seis años. Son pueblos que mantienen su identidad rural pero mezclada con una presencia fuerte en la costa a donde se desplazan a trabajar muchos vecinos. Bonifacio se adapta a la situación y comprende debe modificar sus planteamientos pastorales de aquellos años, que comienzan a estar lejos, de párroco en Cuevas Bajas. Descubre durante estos años un doble bien. El conjunto de sacerdotes que trabajan en la Axarquía y la peculiariedad de esa zona de la Diócesis Ha sido su gran riqueza de estos trece últimos años. Por eso agradece que cuando es necesario el cambio, sea dentro de la Axarquía. De párroco de Algarrobo y Sayalonga a párroco de Santa María de Vélez-Málaga que tiene su sede en el convento de las Claras. Goza de la cercanía entrañable de la comunidad de clarisas. Y el servicio del histórico templo de Santa María, en el barrio donde ha vivido una comunidad de escolapios. El hará todo lo posible por atender a los feligreses de aquella barriada y de que el templo sea restaurado. Está contento en Vélez-Málaga y disponible, como siempre. En un momento determinado acoge ser administrador parroquial de Arenas y Daimalo lo que supone desplazamientos menos fáciles. Pero las parroquias son atendidas. Y también, en distinta ocasión, administrador parroquial de El Trapiche. Se complementa con los demás sacerdotes, tanto seculares como franciscanos con los vive amistad y servicialidad. Comunidad franciscana a quienes agradecemos el testimonio de intensa ayuda fraterna que han debido vivir estos meses, de forma especial e intensa. Y gratitud a los sacerdotes seculares que han manifestado en silencio lo que es la fraternidad presbiteral. Hace unos años tuvo la alegría de vivir la experiencia del curso de renovación sacerdotal en Roma, organizado por la Comisión Episcopal del Clero y al que le invitó el Sr. Obispo. Lo agradeció y fue para el experiencia personal muy positiva. El último capítulo de su vida lo ha constituido el tiempo de su enfermedad. Bonifacio lo ha sabido llevar con fe, con serenidad. Cuando hemos hablado con él hemos percibido paz y, mientras pudo manifestarse, con cierta actitud de broma, cuya finalidad era para no dejar preocupado al otro. Ha sido valiente y hombre de fe. Y ha tenido la alegría de la acogida, el cuido, la cercanía de la familia que conoció en Fuente de Piedra y que han procurado no le faltase, en este tiempo, el oxígeno del afecto y de las atenciones cotidianas. Familia a la que todo el presbiterio de Málaga estamos agradecidos. Se nos ha ido Bonifacio. En ambiente de Navidad-Epifanía. San León Magno predicó: “Ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad y nos infunde la alegría de la eternidad prometida”. Es lo que nos consuela en este día y en esta situación. Ha nacido el Salvador para Bonifacio. No hay lugar para el temor de que todo acaba con la muerte, sino que somos llenos de la alegría de que él goza de la eternidad que Jesús, el Señor, le prometió. Francisco Parrilla Gómez, Canónigo Magistra Autor: diocesismalaga.es Más artículos de: Semblanzas Semblanza de Manuel Díaz del MoralSemblanza de Rufino González Barjacoba Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir