Dejarse hacer

En el evangelio de este último domingo de Adviento, Mateo narra el nacimiento de Jesús, el Mesías: “El nacimiento de Jesús el Mesías sucedió así”. Así introduce Mateo el relato. En Jesús se han cumplido las promesas de Dios; se colman las esperanzas de Israel y, a la vez, las esperanzas de toda la humanidad, como aparece en el inicio del evangelio de Mateo llamándolo Hijo de David e Hijo de Abrahán. Por eso en Jesucristo son bendecidos todos los pueblos de la tierra. Pero, también, con esa introducción Mateo nos pone frente al misterio. Lo que sucede no es obra humana es acción del Espíritu Santo que hace que el que va a nacer de María sea Hijo de Dios. José, perplejo y posiblemente sin comprender ha tomado una decisión: repudiarla.

Pero el ángel le invita a no temer ni a tener reparo en acoger a María y, además, deberá ponerle el nombre de Jesús: “Porque Él salvará a su pueblo de los pecados”. Dios es el que actúa y el que nos salva.

Jesús es el Dios con nosotros en quién ponemos todas nuestras esperanzas y aunque con dudas y a veces con recelos se nos invita a acoger a quién viene de lo alto. Tener la actitud de José que obediente y dócil a las palabras del ángel es fiel a la acción de Dios. De alguna manera la figura de María nos recuerda la necesidad de dejar hacer al Espíritu Santo y ponernos en manos del hacedor, creador y salvador.