Día primero: «La Virgen María en la historia de la salvación» Publicado: 31/08/2013: 4920 En la primera homilía de la novena a Sta. María de la Victoria, el predicador Manuel Ángel Santiago ha deseado que «se suscite la aspiración de confesar la fe con plenitud y renovada convicción» Así mismo ha afirmado que «María es imagen perfecta de la Iglesia, que reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe.» "La Virgen María en la historia de la Salvación" 1 Re 8, 22-23. 27-30; Sal 83, 3.4.5. y 10.11; Ap. 21, 1-5; Lc 19, 1-10 Queridos hermanos: Comenzamos hoy la novena a nuestra Madre querida, Reina y Señora de nuestros corazones, a la cual profeso desde muy niño una profunda veneración, durante muchos años he acompañado su imagen bendita en su bajada desde su Real Santuario a la Santa Iglesia Catedral, bajada silenciosa y llena de piedad, silencio sólo interrumpido con el rezo del Santo Rosario y el canto jubiloso de una Iglesia que se sabe peregrina. Con esa multitud de malagueños que siguen los pasos inmaculados de la Virgen en su regreso al barrio de la Victoria también de forma anónima yo he subido esa calle hasta terminar a sus plantas benditas. Mes de mayo junto a los Misioneros de la Esperanza y su a Fundador el P. Diego Ernesto Wilson Plata, hemos querido ofrecernos y consagrarnos a Ella, para ser apóstoles en el mundo que nos ha tocado vivir y llevar un mensaje de Buena Noticia a todo aquel que nos pidiese razón de nuestra esperanza. Si todos estos encuentros con la antiquísima y venerada imagen de Santa María de la Victoria han ido fraguando mi existencia, que decir de aquel día 2 de septiembre, cuando en este mismo lugar y ante su bellísima imagen, éramos consagrados sacerdotes tres jóvenes seminaristas, desde ese día una pequeña imagen de la Virgen de la Victoria preside mi hogar y me acompaña en mi ministerio sacerdotal. Por todo ello al iniciar esta novena doy gracias a Dios y también a nuestro Obispo Jesús que junto a la Hermandad de la Victoria han deseado que este año sea yo quien ocupe esta cátedra sagrada para cantar con todas mis fuerzas las glorias de María, para intentar contemplar el rostro de Cristo, el rostro de la Iglesia, el rostro del mundo a través de Ella. Gracias de corazón. La novena de este año viene enmarcada por el “Año de la fe” que estamos viviendo como comunidad eclesial, año convocado por el ahora Papa Emérito Benedicto XVI al cumplirse cincuenta años del Concilio Vaticano II y veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el recientemente beatificado Papa Juan Pablo II. Ambos documentos han marcado de manera extraordinaria nuestra vida eclesial y siguen teniendo un lugar obligado de referencia para nuestra formación militante y comunitaria. Recientemente el actual sucesor de Pedro, el Papa Francisco ha publicado su primera Encíclica “Lumen fidei”. La clave de esta encíclica es el mismo título: “La luz de la fe”. La Iglesia de todos los tiempos ha comprendido y ofrecido la fe como lumbre-candela, luz y esperanza. Jesucristo como proclama el evangelio de San Juan es esa luz: “Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no permanecerá en tinieblas” (Jn 12, 46). La fe es ante todo luz, la luz del Misterio que se refleja en el rostro de Cristo, la que brilla en sus obras y entrega a sus discípulos, un rostro radiante, que María contemplo de manera extraordinaria, quedando ella misma inundada de la luz del mundo. En el año de la fe, durante la novena y fiesta a nuestra Patrona, intensifiquemos nuestro amor a Cristo, hemos de tener puesta nuestra mirada en Jesucristo, contemplemos su rostro a través de María, pues la contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en El (RVM 10). Contemplar el rostro de Jesucristo, “en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación” (PF 13). La fe es luz, es don gratuito, acojamos esa luz inagotable, vivamos en la luz al estilo de Santa María de la Victoria. Durante este año, ojala se susciten en nosotros las aspiración de confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza, es muy necesario poner nuestra mirada contemplativa, en Santa María la Virgen Madre, dirigirnos a ella con gran devoción, pues ella es imagen perfecta de la Iglesia, que reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe. Por tanto, deberíamos alentar en nuestras comunidades eclesiales el amor filial a la Madre del Salvador, para reconocer el papel especial de María en la historia de la salvación, imitar su fe y sus virtudes. Hoy vísperas de la Dedicación de esta Santa Iglesia Catedral de Málaga quisiera centrar mi mirada en: “la Virgen María en la historia de la salvación”, de esta manera la presenta la Constitución Dogmatica sobre la Iglesia, Lumen Gentium: “La Sagrada Escritura del Antiguo y Nuevo testamento y la venerable Tradición muestran en forma cada vez más clara el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación, en la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son entendidos bajo la luz de una ulterior y más plena revelación, cada vez con mayor claridad iluminan la figura de la mujer Madre del Redentor. La historia de la salvación es el acontecer de Dios en la vida de los hombres, el que no cabe en el cielo y lo más alto del cielo, ¡Cuánto menos en este templo! como se ha proclamado en la primera lectura del primer libro de los Reyes, se hace presente y se revela en medio del mundo, nos da a conocer su nombre sublime y glorioso y sus designios salvíficos por medio de signos, prodigios, personas y palabras. El prologo de la Carta a los Hebreos lo expresa con una claridad inmensa: “Después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos antiguamente a nuestros mayores por medio de los profetas, en estos días últimos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo” (Heb 1, 1-2). Con otras palabras Dios se manifiesta e irrumpe en la historia germinándola con su presencia y acción por eso mismo la historia, la humanidad, la corporalidad están impregnadas de la presencia del Dios vivo. Con la venida de Cristo, con su encarnación en el seno purísimo de la Virgen María, esta presencia, este estar –con y para nosotros- se intensifica hasta un grado insospechado. El cielo se hace tierra, se hace debilidad, asume nuestra carne. María será el tabernáculo de Dios en medio del mundo y de la historia humana. La presencia de Dios en la historia, por la creación y la encarnación en el seno de María, no es una presencia periférica o accidental, sino activa y esencial. Es decir, una presencia en la que Dios actúa dándose, comunicándose, haciéndonos participes de sí mismo. Esta comunicación en la historia hace que lo inmanente sea signo de lo trascendente, y lo limitado transparencia de lo divino. Querido devoto de la Virgen, Dios hoy sigue estando presente en el mundo, lo sigue recreando y vivificando, lo sigue salvando en Cristo luz de las naciones, lo sigue santificando por la presencia siempre nueva del Espíritu Santo. Hoy para ti y para mi es el día en que actuó el Señor, hoy es el tiempo de su misericordia, hoy el Señor quiere realizar obras grandes en nuestro favor. Hoy el Señor sale de nuevo a nuestro encuentro como aquel día se encontró con Zaqueo para alojarse en nuestro hogar e inundarlo de su salvación. No tengan duda, Cristo viene a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 1-10), Cristo nos quiere llenar de la alegría de la reconciliación. En esta novena y por intercesión de la Virgen de Nazaret, su Hijo amado sale de nuevo a nuestro encuentro para hacernos participes de su ternura y bondad inundándonos de paz y vida nueva. Hoy Cristo se hace de nuevo Palabra para el mundo, Buena Nueva, Noticia Alegre, Mensaje de Esperanza y camino. Si, queridos hermanos, María forma parte esencial del plan salvador de Dios para con la humanidad, Ella inserta en la historia, ha acompañado siempre con su intercesión maternal a esta Iglesia peregrina de Málaga. Su amor nos precede y nos acompaña siempre, hablar de la historia de Málaga, es hablar del don de Dios para con nosotros que es Santa María de la Victoria, Dios nos la regalo como fuerte baluarte a dónde acudir en los momentos difíciles de nuestra existencia, pero también en los momentos de gozo y alegría. Desde que en la reconquista llegase su imagen a nuestra tierra, la Málaga de todos los tiempos ha acudido a Ella y en Ella hemos experimentado siempre la fuerza inagotable del amor misericordioso de Dios, pues la Virgen a quien nos remite siempre es a Cristo su Hijo y nuestro Redentor. En el Corazón Inmaculado de la Virgen de la Victoria están inscritos para la eternidad millones de malagueños que a lo largo de tantos siglos han acudido hasta su santuario para rezar con sencillez de corazón e implorar su intercesión: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: No desprecies nuestras súplicas en las necesidades, más líbranos siempre de todos los peligros. ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!. “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48). “La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano” (Marialis Cultus, 56). La Santísima Virgen es honrada con toda razón por la Iglesia con un culto especial. Ciertamente la Iglesia de Málaga, nunca ha dejado de invocar a María, la Madre del Redentor, pues ella tiene un lugar preciso en el plan de salvación de Dios. “ En la liturgia, en efecto, la Iglesia saluda a María de Nazaret como a su exordio, ya que en la Concepción Inmaculada ve la proyección anticipada en su miembro más noble, de la gracia salvadora de la pascua y , sobre todo, porque en el hecho de la encarnación encuentra unidos indisolublemente a Cristo y a María: al que es su Señor y su cabeza y a la que ha pronunciado el primer “fiat” de la nueva alianza y prefigura su condición de esposa y madre” (RM 2). Con otras palabras, María entra a formar parte de la historia de Jesús de una manera no meramente periférica y accidental, sino esencial, dado como se verifica en concreto esa historia. Cristo y María no pueden ser separados. Es más, el misterio y el culto a María reciben toda la luz del misterio de Cristo. No solamente no hay oposición, sino una conexión tan íntima, que solo en función de Cristo puede llegarse a la verdadera comprensión de María. De manera similar María esta unida al pueblo de Dios, al pueblo de Málaga que es Iglesia de Cristo. En la segunda lectura que hemos proclamado: “Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios” (Ap 21, 1-5ª). Este texto es cristológico en todos los sentidos, Jesús es la verdadera morada y presencia de Dios en el mundo, pero también podríamos aplicarlo a la Virgen pues Ella será esa tienda de campaña, ese sagrario purísimo donde Jesucristo quiso habitar, donde quiso hacerse historia. Queridos hermanos: En la escuela de María, agarrados de sus manos amorosas y luchando por vivir intensamente la fe de la Iglesia, hemos de renovar cada día la dimensión misionera de la misma, con nuevo ardor contagiemos la fe y el amor a Cristo en el corazón de niños y jóvenes, de los hogares nuevos que surgen en nuestras comunidades o en aquellos donde la fe es un pabilo vacilante y mortecino, encender el fuego de la fe en todos hombres que buscan atientas razones para su existencia. Santa María de la Victoria ruega por nosotros, por esta Iglesia Malagueña y especialmente por aquellos que más sufren o los que viven en la oscuridad de la fe y por aquellos que no reconocen la presencia de tu Hijo en el acontecer de nuestro mundo actual. Madre del cielo atiende las suplicas que quedan en nuestros corazones. Amén. Autor: diocesismalaga.es