NoticiaClero MI CURA, por Gabi Ramos Gabi Ramos Publicado: 11/12/2020: 14909 MI CURA Mi cura es la suma de un conjunto de ellos que han marcado y siguen marcando mi vida en sus sucesivas etapas. ¡Qué afortunado me siento! Mi cura vive pegado a la gente. Se preocupa por las personas, y va más allá de la burocracia que su cargo impone. Come, celebra, ríe, llora, va al baloncesto, nos lleva al Camino de Santiago… pero no por su propio disfrute, sino porque así es como se puede estar verdaderamente cerca de nosotros y escucharnos. Incluso a personas anónimas que vienen simplemente a por una partida de bautismo, les aborda con un "¿cómo estás?" que los deja a veces congelados. Porque él sabe como nadie leer en la mirada lo que esconde el alma. Y a partir de ahí, arremangarse y ayudar. Mi cura acompaña en los momentos difíciles, aunque para él también sea doloroso. Recuerdo su presencia serena y constante en la habitación de aislamiento durante mis largos ingresos por la leucemia, y cómo rezábamos juntos, me administraba la unción de los enfermos o me traía la Sagrada Comunión. Me cuentan que al salir de la habitación se le escapaba alguna lágrima, que nunca permitió que yo viese. Mi cura mantuvo encendida mi esperanza y confianza en la curación. Mi cura ilumina nuestra vida matrimonial. Es precioso dialogar y compartir experiencias con ellos desde dos vocaciones sacramentales tan contrapuestas (y también tan afines) como son el Orden Sacerdotal y el Matrimonio. Mi cura también es ejemplo pedagógico para mis hijos, porque aprenden de él y de su vida entregada al sencillo mensaje de Jesús: "ama a tu hermano". Mi cura es, de hecho, parte de mi familia. Admiro muchísimo cómo los sacerdotes naturalizan su voto de obediencia y, abandonando su hogar y lugar de nacimiento, se mueven solitarios de destino en destino sin apenas tiempo para echar raíces. En nuestra casa encuentran su "Betania", un lugar donde descansar, charlar, convivir e incluso pasar alguna Nochebuena juntos. Mi cura se llama de muchas formas: Paco, Fernando, Guillermo, Carlos, Lorenzo, Alfonso… y tantos y tantos hombres buenos que nos regala el Señor. ¡Dios os bendiga siempre!