Ya llegó un nuevo verano y con él, las tan ansiadas vacaciones, sobre todo para los estudiantes, que después de un agotador curso, en el que las noches en vela delante de los libros y apuntes, han sido su compañía habitual y luego durante el día al terminar las clases,la biblioteca, para seguir preparándose su futuro, que Dios lo quiera, no sea incierto.

Como es lógico, reciben las vacaciones, como una auténtica liberación. Todos estos jóvenes disfrutarán de un merecido descanso, se lo han ganado a pulso y a golpe de codos.

Yo ahora quiero referirme a muchísimos de ellos, que no suelen ser noticia, como para abrir por ejemplo un telediario. Sí que los abren con noticias por desgracia bastantes negativas, es aquello de “Hombre muerde a perro”. Hay una juventud bastante perdida, eso es cierto, pero hay mucha más, silenciosa, que es maravillosa y yo es con la que me quedo.

Parte de estos jóvenes, con una gran generosidad y amor sin fronteras, la mitad o mas de sus vacaciones, la dedican a cooperar con los mas desfavorecidos, con un inmenso corazón y una alegría sin limites.

No les importa estar durante unos meses anteriores (incluso en periodo de exámenes) inyectándose todo tipo de vacunas, para prevenir enfermedades, que aquí están erradicadas y otras ni conocemos.

Yo como orgullosa abuela, estoy escribiendo estas letras, pensando en un nieto mío y su novia ambos brillantes en sus estudios, que han decidido junto con una ONG de la Iglesia, ir durante un mes a Costa de Marfil, para ayudar a los que están necesitados de lo más elemental, mes que restan de sus merecidas vacaciones.

¿No es merecedora esta juventud de que en las noticias se diga algo de ellos?

Y qué decir de los padres, que se quedan con la lógica preocupación, deseando pase pronto el mes y puedan abrazarlos de nuevo.

Que Dios les premie su generosidad y entrega, tanto a los jóvenes como a sus padres.