Noticia Diario de una adicta (XXXII). El suicidio frustrado Publicado: 27/10/2016: 2369 La necesidad de huir de una realidad que detestaba, me hacia refugiarme, cada vez que tenía ocasión, en recuerdos de mi infancia, cuando paseaba con mi padre cogida de su mano, en las tardes que podía disfrutar de su compañía; tan segura me encontraba, que un deseo intenso para que el tiempo se detuviera, ocupaba mi mente, pero sucedía como el sol que poco a poco desaparece del horizonte y no se puede hacer nada. La negrura, a medida que empezaba a despertar de los efectos de la droga, iniciaba la invasión de mi conciencia, y la oscuridad rellenaba las claridades que palidecían de manera progresiva. ¡Cuantas tinieblas!, ¡cuanto me dolía el alma! ¿Se rompe el alma? Estuve tres días sin bajar de mi habitación. Juan ni preguntó por mí. Tampoco yo fui a pedirle la dosis, me apañaba con algunas pastillas y mucho alcohol, que lo tomaba sin apenas paladearlo, sólo quería nublarme la mente. Después de varios días casi sin comer y en un estado emocional muy amargo y triste, por la noche me atiborré de las pastillas a las que añadí unas copas de ginebra. Esto me ocasionó una pérdida de conocimiento. Me llevaron al hospital y después de un lavado de estómago y unas horas en la sala de recuperación me dieron el alta. Volví con un dolor espantoso de cabeza. No podía tomar nada y una compañera me estuvo cuidando hasta su hora de trabajo, después me quedé sola y en la misma situación que provocó la toma de las pastillas, pues nada había cambiado. Todo seguía igual. Con la fuerza que proporciona la desesperación, tuve la osadía de acercarme al despacho de Juan, y al entrar, lo hice pidiéndole perdón, con la promesa que eso no se volvería a repetir. Que me había comportado como una estúpida y ese error no lo cometería jamás. - Juan, te pido otra oportunidad y no te fallaré. Por compasión dámela que me encuentro muy mal- Su respuesta fue muy escueta, distante y seca. - Muy bien. Vete a tu trabajo y cuando termines ven a verme y ya veremos lo que puedo hacer. Pero me tienes que hacer más de 4 clientes, es lo mínimo para que cubras parte de lo que debes, normalices un poco tu economía y poder darte el revuelto - Su actitud, gestos y tono de voz, insinuaban que estaba como buscando cualquier excusa para no darme nada, a no ser otra paliza, pues se había corrido la voz, totalmente falsa, que yo le seguía haciendo frente y le mantenía el pulso.