Los Magos de Oriente recorren un largo camino hasta Belén, pero no es pequeño tampoco su camino interior. De los cálculos humanos, al misterio; del aparente esplendor de los poderosos, a la sencillez de Dios hecho niño. Cuando llegan al pesebre, los Magos rinden ante el recién nacido todas las glorias vanas del mundo, y reconocen en lo pequeño la Luz verdadera que ilumina a todo hombre y mujer.

La Epifanía nos ofrece un modelo de conversión a la fe verdadera, que lleva a encontrar a Dios en aquellas realidades que parecen ocultarlo: guerras, persecuciones, torturas, tráfico de personas… Jesús está ahí, sufriendo con los más pequeños de la sociedad, y mostrando que, incluso la oscuridad más profunda puede resplandecer con la ayuda de Dios, convirtiéndose en luz y guía para otros.

Los Magos contaron con la ayuda de la estrella y la moción del Espíritu Santo, que les hablaba mediante las profecías de la Sagrada Escritura. Nosotros contamos con el testimonio de los cristianos perseguidos, que afrontan toda clase de violencia por Cristo. Su luz, brillando en nuestra noche, puede ayudarnos a descubrir que merece la pena caminar aunque sea a través del desierto, porque no estamos solos. Dios está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.