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Camino a la gloria

José de Arimatea (Soledad de San Pablo), Juan evangelista (Fusionadas), María de Cleofás (Soledad de San Pablo) / J. DURÁN y La cena de Emaús (M. STOM /Museo Thyssen-Bornemisza), San Pedro (Dulce Nombre) y María Magdalena (Sangre) / J. DURÁN
Publicado: 05/04/2023: 13921

Personajes secundarios

En la Pasión, en el camino a la gloria, Jesús tiene la compañía de personas muy diferentes. El sacerdote y profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, Gabriel Leal, ayuda a adentrarnos en cada uno de ellos.

José de Arimatea, el generoso

José de Arimatea y Nicodemo tuvieron un papel decisivo en la sepultura de Jesús. El primero era vecino de Jerusalén, rico, bueno y María Magdalena, natural de Magdala, aldea cercana a Cafarnaún, había sido curada por Jesús, echando de ella siete demonios, según Marcos y Lucas. María formaba parte del grupo de discípulas que acompañó a Jesús y sus discípulos durante su predicación en Galilea, ayudándolos con sus bienes.

Los cuatro evangelios la mencionan con el grupo de mujeres que, junto a la madre de Jesús, estaba presente recto, miembro noble del Sanedrín, donde intervino en defensa de Jesús. Nicodemo era fariseo y jefe judío. José de Arimatea esperaba el reino de Dios. Nicodemo había ido de noche a ver a Jesús, que le invitó a nacer de nuevo, es decir, a nacer del agua y del Espíritu. Ambos eran discípulos vergonzantes de Jesús, que no manifestaron abiertamente su relación con Jesús por temor a los judíos. Tras la muerte de Jesús, José de Arimatea solicitó a Pilato permiso para hacerse cargo del cuerpo de Jesús y enterrarlo. Obtenido el permiso, lo bajó de la cruz y, siguiendo la costumbre judía, lo envolvió en una sábana. Ayudado por Nicodemo, lo enterró en un sepulcro nuevo, cavado en la roca, dando así una sepultura digna a Jesús.

María Magdalena, la apóstol

María Magdalena, natural de Magdala, aldea cercana a Cafarnaún, había sido curada por Jesús, echando de ella siete demonios, según Marcos y Lucas. María formaba parte del grupo de discípulas que acompañó a Jesús y sus discípulos durante su predicación en Galilea, ayudándolos con sus bienes.

Los cuatro evangelios la mencionan con el grupo de mujeres que, junto a la madre de Jesús, estaba presente en la crucifixión y, con la otra María, en la sepultura de Jesús.

La Magdalena fue la primera de las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús la mañana de Pascua. Un ángel les anunció la Resurrección y les encargó comunicar a los discípulos que había resucitado y que fuesen a Galilea, donde lo verían. Ella comunicó a Pedro y al discípulo amado que se habían llevado el cuerpo del Señor. Después de que los dos discípulos visitaran el sepulcro, María vio a Jesús, de pie, confundiéndolo con el hortelano. Cuando Jesús pronunció su nombre, María, lo reconoció: “¡Rabboni!”. Jesús le encargó anunciar a los discípulos su subida al Padre.

Cleofás de Emaús, el discípulo

Cleofás es uno de los dos discípulos a los que Jesús se acercó mientras caminaban a Emaús. Aunque no lo reconocieron, Jesús los interpeló. La respuesta de Cleofás muestra que conocían bien todo lo ocurrido con Jesús: su crucifixión y el anuncio de la Resurrección, todo el kerigma; lo que no les impidió volver a lo de antes, tristes y decepcionados.

Jesús les hace ver su torpeza para creer lo que dijeron los profetas y les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras. Acogido por los dos caminantes y sentados a la mesa, Jesús “partió el pan y se lo iba dando” con palabras y gestos que evocan la Eucaristía. A ellos “se les abrieron los ojos y lo reconocieron”. Desaparecido Jesús, de inmediato, volvieron a Jerusalén donde confirmaron su experiencia con el testimonio de los apóstoles: “verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”.

María de Cleofás, la servicial

Entre las mujeres que estaban al pie de la cruz de Jesús, san Juan menciona, después de la madre de Jesús y antes de María Magdalena, a María la (mujer) de Cleofás. Es probable que lo que le precede inmediatamente, «y la hermana de su madre», se refiera a esta María, que sería una pariente cercana de la madre de Jesús, más que una hermana carnal.

Al pie de la cruz, fue testigo de la entrega de la madre al discípulo amado, que la acogió en su casa, después de que ella lo recibiera como hijo por indicación de Jesús.

Juan, el sensible

El apóstol Juan, hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Santiago el Mayor, era pescador, como su padre y hermanos. Juan era uno de los Doce y, junto a su hermano Santiago y Simón Pedro, formaban el círculo de los amigos más íntimos de Jesús, testigos singulares de los momentos más importantes de su ministerio. Juan, junto con Pedro y Santiago, fueron testigos de la transfiguración de Jesús, anticipo glorioso de la Resurrección anunciada por Jesús. El evangelio de Juan se refiere a él con la expresión: «el discípulo a quien Jesús amaba».

Éste se reclinó sobre el pecho de Jesús en la última cena. Y fue el único de los apóstoles que estuvo al pie de la cruz, junto a la madre de Jesús y las mujeres que lo acompañaban. Desde la cruz, Jesús ofreció al discípulo amado a su madre como hijo, y a éste le pidió que la acogiera como madre. Y, desde aquella hora, el discípulo la acogió como algo propio.

Pedro, el honesto

Pedro es el sobrenombre que Jesús dio a Simón. Éste era de Betsaida y vivía en Cafarnaún, dedicado a la pesca con su hermano Andrés. Fue el primer apóstol llamado por Jesús a seguirle, y el primer elegido para formar parte de los Doce; con Santiago y Juan pertenecía a los más íntimos de Jesús. Portavoz de los discípulos, confesó la fe en Jesús como Mesías. Y, cuando los discípulos empezaron a abandonar a Jesús y éste pregunto a los Doce “¿También vosotros queréis marcharos?”, le respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? (...); nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”, profesando su fe en Jesús.

Pedro fue también un discípulo frágil y pretencioso: imprecó a Jesús tras el anuncio de su pasión; no entendió lo vivido en la transfiguración; cuando Jesús anunció que todos le abandonarían. Replicó que no lo abandonaría aunque todos le abandonaran y que estaba dispuesto a dar su vida por Él, a morir antes que negarlo. A pesar de tan generosos deseos, lo negó tres veces y lo abandonó como los demás apóstoles, menos el discípulo amado. Pedro es el primer invitado a ir a Galilea para ver al Resucitado, el primero al que el Señor se le apareció y el primero en anunciar la Resurrección.

Pedro ha aprendido mucho de sus debilidades. Por eso, cuando el Resucitado le pregunta tres veces: “Pedro, ¿me amas más que estos?”, le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”, sin afirmar que lo quiere más que otros discípulos. A Pedro, que ha aprendido tanto de su debilidad, el Señor le confía apacentar ovejas, cuidar de su Iglesia.

 

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Gabriel Leal

Sacerdote diocesano

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