NoticiaNavidad Todo comenzó con una estrella La estrella de Belén. Edward Brune-Jones. 1885 Publicado: 13/12/2024: 63 ARTE El director del Departamento de Patrimonio Cultural y Artístico de la Diócesis de Málaga, Miguel Ángel Gamero, profundiza en la figura de los Magos de Oriente a través de sus representaciones en la historia del arte La llamada estrella de Belén, independientemente de que coincida o no con un fenómeno natural, tenemos que interpretarla como una señal enviada por Dios para conducir a los Magos hasta el Niño Jesús. Su significado tiene una gran carga simbólica y es el signo que pone en camino a estos Magos hasta Belén para que se produzca una de las grandes epifanías que contienen los evangelios. Ya en el siglo III, se fijó en el calendario la fiesta litúrgica de la Epifanía de los Reyes Magos, y esto trajo consigo una rica correspondencia en las representaciones artísticas. Podríamos afirmar que una de las escenas más representadas en el arte desde los primeros siglos, sólo tiene como primera fuente doce versículos del evangelio de Mateo (Mt 2, 1-12). Estos versículos se van a ir enriqueciendo, en primer lugar con textos del Antiguo Testamento que anuncian la llegada del Mesías. El mismo texto de Mateo contiene una cita de Miqueas (Miq 5, 1) donde se nos precisa el lugar del nacimiento. Aunque Mateo habla sólo de unos magos, la condición de reyes vendrá con Tertuliano, basándose también en citas del Antiguo Testamento, como un versículo del Salmo 72: «Los monarcas de Tarsis y las islas le ofrecerán regalos; los reyes de Arabia y de Saba le traerán presentes» (Sal 72, 10). Melchor, Gaspar y Baltasar Ante esta escasez de datos bíblicos, con el paso de los siglos la historia de los Reyes Magos se va completando con otras fuentes que se irán incorporando a las manifestaciones artísticas. En el siglo III, Orígenes fijará el números de tres por los presentes que entregan al Niño; el Evangelio Armenio, un apócrifo del siglo IV, nos dará sus nombres, y en la obra del Pseudo-Beda Excerptiones patrum, collectanea et flores se describe una caracterización de los reyes que tendrá mucha influencia en las representaciones posteriores. Del primer Mago Melchor nos cuenta que era un anciano de cabello y barba largos; de Gaspar, un joven imberbe de tez rubicunda, y Baltasar, de piel oscura y con toda la barba. I. VENIMOS A ADORARLO ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Fresco de la Capilla Griega de la Catacumba de Priscila, Roma (S. II y III) × La primera representación que conocemos de los tres Reyes Magos se encuentra en la Catacumba de Priscila en Roma, cuyos frescos están datados entre los siglos II y III. Se trata de un fresco muy sencillo pintado en el frontal del arco anterior al cubículo de enterramientos. En ella observamos a tres figuras de distinto color al encuentro de la Virgen con el niño. II. TRES REGALOS PARA EL REY Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Mosaicos de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, Rávena (S. VI) × En cuanto a los regalos que le ofrecen a Jesús, desde muy temprano se comienza a reflexionar sobre su simbología. Hay consenso en torno al oro, que hace alusión a su condición de rey. El incienso, simbolizaría su condición divina, pero también la sacerdotal; y la mirra, resina aromática que se empleaba para embalsamar a los muertos, manifestaría su condición humana, aunque también se habla de la de profeta. En el muro norte de la nave de la Basílica de San Apolinar el Nuevo en Rávena se conserva un mosaico en el que se puede observar a la Virgen María,sentada en un trono con el niño y custodiada por cuatro ángeles pareados, mientras se aproximan tres hombres con trajes al modo persa y para indicarnos quienes son, aparecen sus nombres (+SCS BALTHASAR+SCS MELCHIOR+SCS GASPAR). Lo que queremos destacar de esta escena es la manera en que portan el oro, el incienso y la mirra, según la costumbre oriental, con las manos envueltas en sus capas para no tocar las ofrendas directamente. III. REY TEMPORAL, REY ETERNO “Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él” Magos ante Herodes y ante Jesús, Salterio de Ingerburga de Sinamarca (S. XII) × Una página del salterio de Ingerburga de Sinamarca (S. XII) está iluminado con dos escenas: la superior de los Magos ante Herodes y la inferior, los Magos ante Jesús. Herodes está sobresaltado porque los Magos han venido a comunicarle que ha nacido el rey de los judíos y quieren adorarlo (escena superior). Esta noticia se refiere al Mesías y pregunta a sus consejeros dónde nacería para matarlo. Le responden que en Belén, el mismo lugar del nacimiento del rey David. En la escena inferior del salterio, los reyes encuentran al Mesías y le ofrecen sus regalos. Podríamos afirmar que existe un conflicto ente dos realezas, la de Herodes (rey temporal) y la de Cristo (Mesías). Todo Jerusalén y las autoridades se sobresaltan porque ha nacido el Mesías pero no lo reconocen. Y frente a ellos unos paganos que lo buscan, lo encuentran, lo adoran y le ofrecen sus dones. IV. UN SUEÑO “Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino” (Mt 2, 12) Capitel en la Catedral de Autum en Francia × En la Catedral de Autum en Francia, se conserva un capitel esculpido por Gilibertus en el siglo XII. Representa el sueño de los Magos y observamos a los tres reyes durmiendo en una misma cama, mientras un ángel con un dedo toca la mano de un rey que se despierta y con la mano izquierda les señala la estrella. Lo primero que nos sorprende es que los reyes duerman en el mismo lecho, pero esto era muy habitual en la Edad Media entre las familias. Lo segundo que llama nuestra atención es que descansan con sus coronas, y es que el artista nos quiere comunicar la condición social de los reyes. Después de recibir el delicado toque del ángel para despertarlos, con el dedo índice de su otra mano les señala la estrella, aquella misma estrella con la que comienza esta historia ahora los guiará de nuevo a sus lugares de origen una vez cumplida la misión que les encomienda el mismo Dios.