Todo y todos debemos ser objeto de evangelización. Una evangelización iluminada por la luz del Espíritu. Por la fuerza de Dios que nos impulsa a transmitir en medio de lo cotidiano a través de nuestras relaciones y en nuestros ambientes la belleza del Evangelio. El apostolado debe tener como objeto a todos los hombres y mujeres para que conozcan el misterio de nuestra fe. El sentido de la salvación. Dios no abandona a su pueblo. A quien elige. Le da fuerza para que en medio de las dificultades que ofrece la sociedad pueda comunicar, desde la alegría y la paz, que Dios existe. Y que desea que todos seamos felices. Que en su Hijo Jesús descubrimos su rostro. Y que es el Espíritu Santo el que nos hace cada día más humanos. Más plenos.