En este evangelio, Jesús nos llama de forma directa al seguimiento, a que respondamos de forma responsable a la tarea de la construcción del Reino; a intentar, en la medida de nuestras posibilidades, dar testimonio (sal y luz) con nuestras actitudes y comportamientos en la familia, en el trabajo, con nuestras amistades, etc. Nos invita a poner nuestras capacidades al servicio de los demás. Los talentos son para dar frutos.

Nos obliga a conocernos, a cultivar nuestra vocación, a profundizar en los valores de su mensaje, tratar de vivirlos e intentar transmitirlos, a conocer la realidad en la que vivimos (personal, familiar, social...) con los problemas que nos afectan a todos, especialmente a los más necesitados; a plantearnos qué debemos mantener, qué cambiar y cómo hacerlo. No todo es válido para el cristiano.

¡Qué importante es saber escuchar lo que nos dice Jesús! ¡Qué claro y sencillo es! ¡Qué fácil entenderlo! Lo difícil para nosotros es llevarlo a nuestra cotidianidad. A veces nos asusta más de lo que debiera.

Si lo oramos, si tenemos al Señor presente, nos daremos cuenta de que nos ayuda, de que no pide nada que no seamos capaces de realizar. ¡Nos conoce! Él posibilita que nuestras acciones sirvan para gustar y alumbrar. Eso nos exige humildad, dejarnos guiar sin miedos, siendo conscientes de que somos  simples colaboradores, eslabón de una cadena, pero no por eso menos importantes. ¡Jesucristo cuenta con nosotros!