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Eucaristía con las Comunidades Neo-catecumenales (Parroquia de San Francisco Javier-Melilla)

Publicado: 30/11/2013: 394

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía con las Comunidades Neo-catecumenales celebrada en la Parroquia de San Francisco Javier-Melilla el 30 de noviembre de 2013.

EUCARISTÍA CON LAS COMUNIDADES NEO-CATECUMENALES

(Parroquia de San Francisco Javier - Melilla, 30 noviembre 2013)

 

Lecturas: Is 2,1-5; Sal 121; Rm 13,11-14; Mt 24,37-44.

(Domingo primero de Adviento - A)

1.- Jesucristo, centro de la historia y luz del mundo

La Palabra de Dios es siempre rica, porque la Palabra de Dios es el mismo Jesús, es la Palabra encarnada, es la que nos ilumina y la que nos lleva. Y esta noche, en este primer domingo de Adviento que empezamos hoy, -siempre se leen en las lecturas de los domingos del tiempo de Adviento a los profetas, sobre todo los que anuncian la venida del Señor; en concreto, el profeta Isaías, uno de los grandes-, pues Isaías presenta, en su profecía, a Sión donde confluyen todas las naciones (cf. Is 2,2).

Es una invitación que hace a los paganos y nos hace a nosotros: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob» (Is 2,3). Es decir, venid a la Iglesia, a la que habéis hecho referencia algunos que estáis contentos de que el Señor os haya llamado a formar parte de ella. La invitación os la hace ya Isaías: “Venid a la casa del Señor, venid a la Iglesia de Jesucristo”. Aquí encontramos la salvación, «porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén» (Is 2,3).

Ahora en Adviento es tiempo de acercarnos al santuario, al templo, de invocar a Dios, de leer las Escrituras de una manera con más calma, más tranquila, de pedirle en la oración: “¡Ven, Señor Jesús!” Ven porque te necesitamos. O mejor: “Llévanos donde estás Tú, porque Tú eres nuestra luz, Tú eres nuestra vida”.

Y una invitación que hace también el profeta a caminar a la luz del Señor (cf. Is 2,5). Los profetas en estos textos previos a los días de Navidad siempre hacen un contraste entre las tinieblas y la luz. La venida de Jesús al mundo es como esa presencia del Sol; cuando ya aparece la aurora las tinieblas se disipan y en la medida en que el Sol va adquiriendo fuerza, va iluminándose todo el mundo con la luz de Dios.

Jesucristo es el centro del universo y el centro de la historia, de la historia humana, de la historia universal. Su venida fue un antes y un después en la historia. Pero es que es también el centro de nuestra historia, de la historia de cada uno de nosotros.

Nuestra historia, aunque en una etapa anterior no nos diéramos cuenta, ahora somos quizás un poco más conscientes, gira en torno a Jesús. Aunque no lo conociéramos antes, el centro de nuestra vida es Jesús, es el que da sentido a nuestra vida, quizás nos damos cuenta a posteriori.

Sigue habiendo gente que piensa que su centro es él mismo, sus caprichos, sus deseos, sus proyectos. Pero el centro de las personas no somos las mismas personas. El centro es Cristo. Por eso el profeta nos invita a caminar a la luz del Señor.

También, en este tiempo de Adviento, se nos invita a salir de las tinieblas –nuestros proyectos, nuestros deseos, nuestros caprichos,… y a pasar de esas tinieblas a la luz. San Pablo a los Romanos en la misma línea que Isaías nos invita diciendo: «La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz» (Rm 13,12).

«Andemos como en pleno día, con dignidad» (Rm 13,13). Las obras malas suelen hacerse a escondidas, de noche, en privado y que nadie se entere. Pablo nos invita a vivir a pleno día, a plena luz del día, a plena luz del Sol que es Cristo. Invitándonos, por tanto, a dejar esas obras que no son adecuadas y a vivir con la luz, con la tranquilidad de que lo que hagamos se puede hacer, se puede ver, se puede contemplar y se puede compartir. Lo que no se puede compartir, ni se puede contemplar es porque ahí hay algo que no funciona. De eso todos tenemos experiencias. Y nos avergonzamos de esas pequeñas cosas que podamos hacer que no van en sintonía con la voluntad el Señor. Ese es el pecado del que tenemos que pedir perdón y esperar que el Señor sea misericordioso con nosotros.

2.- La salvación está cerca

Por tanto, este Adviento, una vez más, nos invita a acercarnos, porque la salvación está cerca, a pedirle que nos siga ayudando, que nos ilumine en nuestra vida porque su llegada es inminente.

Adviento es un tiempo real, es un acontecimiento que nos anuncia la venida del Señor. Sobre todo, es una relación íntima con el Señor. El Señor viene, el Señor está, pero, ¿cuándo está para mí? Cuando yo le abro el corazón. El Señor lo puedo tener incluso dentro de mí, pero yo rechazarlo. O querer entrar dentro y yo cerrarle las puertas.

¿A qué nos invita el Adviento? A abrirle al Señor el corazón, a abrirle los oídos para escuchar su Palabra, a dejarle que entre, que tome posesión de nosotros, que esté con nosotros, que nos transforme, que nos cambie, que nos de su fuerza porque la necesitamos. Ésta es una parte de lo que significa el Adviento para cada uno de nosotros.

Vamos a pedirle al Señor, en esta Eucaristía, que nos ayude a abrirle el corazón, que nos abramos también a su Palabra que es la que transforma, que hagamos en este tiempo de Adviento mayor lectura orante de la Palabra, que dediquemos un poquito más de tiempo a esa Palabra que se encarna en el seno de María y que quiere encarnarse en nosotros.

Creo que deberíamos dedicar un tiempo real, un tiempo cronológico más a la lectura de la Palabra, a la escucha y a la respuesta orante y contemplativa de la Palabra del Señor. A eso nos invitan todas las lecturas del tiempo propio de Adviento.

3.- Hombres de fe y testigos valientes

Os animo, también, a ser hombres de fe y testigos del Señor. Vivís en Melilla y es una ciudad especial. Creo que es un privilegio ser testigos del Señor en pleno siglo XXI. Testigos del Señor en un ambiente no creyente o mayoritariamente no cristiano, y probablemente cada vez menos cristiano, con comunidades cristianas más reducidas, con mucha posibilidad.

El Señor nos tiene confiada una misión y coincido con lo que me comentaba al comienzo de la Eucaristía vuestro catequista, Joaquín, y vuestro párroco, D. Antonio. Sé que os habéis levantado varios de vosotros para que el Señor dispusiera con la generosidad de ir donde la Iglesia os pidiera. Ya me habéis dicho que tenéis diversos hermanos que están en otros países, en otras misiones, en otros lugares.

Melilla es un lugar de misión y lo va a ser cada día más. Os pido de corazón que pidáis la fe siendo testigos aquí en Melilla. Y los que os habéis presentado para salir y os han pedido que os quedéis, pensad que os lo pide la Iglesia, no sólo vuestro catequista, os lo pide vuestro Obispo. Estamos en tierra de misión y necesitamos cristianos valientes testigos del Evangelio que sigan a Jesús, discípulos del Señor, auténticos.

También sé que algunos de vosotros habéis renunciado a una mejora profesional a la que os han invitado para pasar a la Península con mejores cargos, con mejores beneficios y habéis renunciado a ello. El Señor será quien os page toda esta generosidad. Él es mucho más generoso que todos nosotros. El Señor con creces sabe por qué os lo pide.

Cada vez que vengo a Melilla veo más claro la importancia de comunidades vivas, arraigas en la fe, con Cristo como centro, celebrando la fe en la Eucaristía diaria y, si no al menos, dominical. La Pascua dominical es importantísima para nutrirse del cuerpo de Cristo y de la Palabra del Señor. Necesitamos esas comunidades, queridos hermanos.

Así que os pido que respondáis al Señor con generosidad porque Él no se dejará vencer en generosidad, ya lo habéis experimentado todos. Creo que no hay nadie aquí que no haya experimentado la generosidad del Señor, ni los pequeños siquiera.

4.- La alegría de evangelizar

Quiero terminar, lo habéis dicho en vuestros ecos de la Palabra, comentando algo sobre la exhortación que el Papa nos ha regalado y donde nos habla de la alegría del Evangelio, la alegría de evangelizar.

Antes decíais algunos de vosotros: “la alegría de pertenecer a la Iglesia, la alegría de tanto cómo ha hecho el Señor por mí”; pues, la alegría del Evangelio, así titula el papa Francisco su primera exhortación apostólica: Evangelii gaudium (El gozo del Evangelio).

Anunciar el Evangelio es un gozo, es una alegría; como es una alegría encontrarse con Cristo, porque te cambia la vida, te la llena, te llena de alegría y de paz, de su alegría y de su paz.

Vamos a leer esta exhortación como tengáis previsto: privadamente, en grupo, en casa, en comunidad, porque es una exhortación programática muy densa donde el Señor, a través del papa Francisco, nos invita a vivir el Evangelio y a ser testigos del mismo.

Le pedimos a la Patrona de la Diócesis, que es también Patrona de Melilla, la Virgen con el título de la Victoria, -estamos a las puertas de celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el domingo que viene-, es la misma Virgen con títulos diversos, pero es necesaria como Madre en nuestra vida. Como es necesaria la madre en la vida de un hijo, es imprescindible.

Pues que Ella siga protegiéndonos, arropándonos y sosteniéndonos en la misión que el Señor a cada uno nos está confiando. ¡Ánimo y mantener el tipo en Melilla! Gracias. Que así sea.

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