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Miércoles de Ceniza (Catedral-Málaga)

Publicado: 13/02/2013: 4504

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Miércoles de Ceniza celebrado en la Catedral de Málaga, el 13 de febrero de 2013.

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Catedral-Málaga, 13 febrero 2013)

 

Lecturas: Jl 2, 12-18; Sal 50; 2 Co 5, 20 6, 2; Mt 6, 1-6.16-18.

 

Revitalizar la fe para vivir la caridad

 

1.- La Cuaresma, que hoy iniciamos con la liturgia de la Imposición de la Ceniza sobre nuestras cabezas, es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua.

El austero símbolo de las cenizas, propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios.

La Iglesia ha conservado este signo para expresar la actitud del corazón penitente, que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Hemos de interiorizar este gesto humilde, pero hermoso, y captar el significado profundo que tiene: abrir nuestro corazón a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.

2.- Cuaresma es tiempo especial de escucha de la Palabra de Dios, que ilumina la mente del hombre y renueva su corazón. Dios habló en repetidas ocasiones por los Profetas; pero en la etapa final, al llegar la plenitud de los tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo (cf. Heb 1, 1-2). El Verbo eterno, Jesucristo, ilumina a todos los hombres con palabras y obras, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa, misterio que celebramos en la Pascua.

La escucha de la Palabra de Dios lleva a la acogida confiada: “Cuando Dios revela hay que prestarle ‘la obediencia de la fe’, por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad” (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 5).

El Concilio Vaticano II exhorta a todos los cristianos a que aprendan “el sublime conocimiento de Jesucristo, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo (Dei Verbum, 25).

El papa Benedicto XVI nos recuerda en el Mensaje de este año para la Cuaresma la importancia de compartir la Palabra de Dios con quien no la conoce, como un acto de amor: “A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios (cf. Caritas in veritate, 8)” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2013, 3).

3.- Cuaresma es tiempo de conversión. San Pablo, como enviado de Cristo y hablando en su nombre, nos exhorta a reconciliarnos con Dios: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5, 20). En realidad, es Dios quien nos ha reconciliado con él mismo, por medio de su Hijo. A nosotros se nos pide que aceptemos esa reconciliación con el Padre.

Y el profeta Joel nos indica cómo hemos de realizar la conversión: «Rasgad los corazones y no las vestiduras» (Jl 2, 13). Se trata de una conversión del corazón; no solo de hacer actos externos. Los gestos externos (ayunos, penitencias, limosnas) deben corresponder a una actitud sincera interior de amor a Dios y a los demás hermanos. Se trata de un regreso al hogar divino, del que nos hemos podido alejar, de un volver a mirar a Dios como padre compasivo: «Convertíos al Señor Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas» (Jl 2, 13).

Pablo nos pide que aprovechemos la gracia y el perdón de Dios: «Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios» (2 Co 6, 1).

4.- Las armas de la penitencia cristiana, como nos dice el evangelista Mateo, son la oración (cf. Mt 6, 5-6), el ayuno (cf. Mt 6, 16-18) y la limosna (cf. Mt 6, 2-4). Pero el Señor quiere que estas cosas se hagan en la intimidad y sin ostentación: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6, 1).

Cuando hagas limosna, cuando reces, cuando ayunes, no debe saberlo la gente «sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará» (Mt 6, 18).

Estas prácticas cuaresmales nos ayudan a profundizar en los misterios de la humanidad de Cristo, en su Pasión y Muerte. La Iglesia nos invita también a participar fructuosamente en las celebraciones penitenciales, para llegar con el alma más purificada a la celebración del misterio pascual.

La cuaresma, queridos hermanos, nos anima a crecer en el amor a Dios y al prójimo, a través de las tradicionales indicaciones del ayuno, de la penitencia y de la limosna (cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2013, 3).

5.- En el Año de la Fe, que estamos celebrando, el papa Benedicto XVI nos invita, en su Mensaje para la Cuaresma, a revitalizar la fe como respuesta al amor de Dios, proponiendo una estrecha relación entre fe y amor: “La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30)” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2013, 2).

El Papa insiste en la profunda relación entre fe y caridad: “De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31ª). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor «caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14), está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2013, 1).

6.- La Iglesia nos propone recorrer, especialmente durante el tiempo cuaresmal, el camino de la propia conversión, acogiendo la gracia de Dios, que nos hace hombres nuevos. Cristo nos interpela desde los acontecimientos, desde nuestra propia conciencia, desde la vida cotidiana, desde la Palabra de Dios, desde los hombres hermanos nuestros. Cristo nos llama a convertirnos, a hacer penitencia, a cambiar de vida.

Este camino de la Cuaresma es un tiempo propicio para cuidar nuestra relación con Dios, poniendo nuestra alma abierta en su presencia, nuestro corazón desnudo ante su mirada y nuestras manos elevadas hacia Él en plegaria suplicante. Reconozcamos a Dios como Señor de nuestras vidas.

La Iglesia nos invita hoy a iniciar este camino cuaresmal, ofreciéndonos una nueva oportunidad de recomenzar y de renovar nuestro compromiso bautismal.

Pidamos a la Santísima Virgen María que nos acompañe en esta etapa de especial conversión al Señor. Amén.

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