DiócesisHomilías

Viernes Santo (Catedral-Málaga)

Cristo en la cruz de la Catedral de Málaga · Autor: S. FENOSA
Publicado: 07/04/2023: 4895

Homilía de Mons. Jesús Catalá en los oficios del Viernes Santo 2023 en la S. I. Catedral de Málaga

VIERNES SANTO

(Catedral-Málaga, 7 abril 2023)

Lecturas: Is 52,13 – 53,12; Sal 30,2.6.12-17.25; Hb 4,14-16; 5,7-9; Jn 18,1 – 19,42.

La fuerza redentora de la Cruz

1.- El Viernes Santo nos ofrece la contemplación de Cristo clavado en la cruz, para redimir nuestros pecados. La cruz es el trono de su gracia y de su glorificación, como dice la carta a Hebreos: «Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno» (Hb 4, 16).

Aunque la cruz pueda parecer un fracaso, Jesús se reveló rey en la crucifixión, desvelando la gratuidad del amor. El verdadero fracaso es el pecado; y Cristo triunfa en la cruz gracias a su amor.

La cruz nos habla de fuerza redentora y de potencia salvadora; de triunfo del amor sobre el odio, de victoria de la vida sobre la muerte, de poderío del perdón sobre el pecado; del poder de la obediencia sobre nuestras infidelidades: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado» (Hb 4, 15).

 

2.- El amor de Cristo permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo o el odio. Jesús es obediente hasta la muerte en cruz, tras una vida plenamente entregada en favor de la humanidad.

         Algunos de los presentes en la crucifixión increpaban a Jesús para que se salvara y bajara de la cruz, si era Hijo de Dios: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar» (Mc 15, 31). Pero Jesús no cayó en esa tentación; si hubiera bajado de la cruz habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo.

Contemplando la cruz, lo paradójico es que Cristo no se salva a sí mismo por salvar a los demás, para dar su vida por cada uno de nosotros. La cruz, que es expresión de fragilidad, de debilidad, de maldad, es potencia salvadora y redentora.

Lo entendió muy bien el llamado “Buen ladrón” cuando pidió al Crucificado que se acordase de él en el Paraíso. Aquel malhechor, condenado a muerte, fue capaz de ver el amor en la paradójica actitud humilde de Jesús y en su fragilidad.

La fuerza del reino de Cristo es el amor; su cruz nos libera de nuestras debilidades y miserias, y nos anima a seguir el ejemplo del Maestro, recorriendo los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón.

 

3.- El Reino de Jesucristo no es de este mundo; así responde Jesús ante Pilatos (cf. Jn 18, 36). “Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro modo, y sin embargo es rey en este mundo” (Papa Francisco, Angelus, Vaticano, 22.11. 2015).

         Existe una contraposición entre dos lógicas: la mundana, apoyada en la ambición, la competición, la mentira y la manipulación, que tanto abunda en nuestra sociedad; y la lógica del Evangelio, la de Jesús, que se expresa en la humildad, en la gratuidad y en el amor; es silenciosa, pero eficaz con la fuerza de la verdad (cf. Ibid.).

Jesús se ha revelado como rey en la cruz; ése es su trono de gloria. Y es para el cristiano la fuerza redentora del amor de Cristo.

 

4.- El Viernes Santo nos invita a contemplar a Jesús clavado en la cruz y descubrir su gran amor, su perdón y su misericordia. Pidámosle que perdone nuestros pecados y que renueve nuestro corazón; que nos haga buenos y fieles discípulos suyos, sabiendo perdonar a quienes nos ofenden, y aceptar los insultos, aunque tengamos razón.  Contemplemos al Señor cuando caigamos en pecado; cuando nos sintamos débiles y derrotados por el maligno.

Miremos también al Buen ladrón y digamos: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23, 42). Reconozcamos que el Maestro acepta la crucifixión a pesar de ser inocente. Él es nuestro Maestro, nuestro Señor y nuestro modelo. Tras contemplar a Jesús, que sepamos vivir como discípulos suyos, siendo testigos del amor infinito que Él demostró. El evangelista Juan fue testigo ocular; fiándonos de su palabra, aceptemos a Cristo crucificado como Señor nuestro.

Pedimos a la Virgen María, Madre del Redentor, que nos sostenga en las debilidades y que nos acompañe en el seguimiento de su Hijo Jesús. Amén.

 

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo