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José Emilio Cabra: «La clave de la pastoral es que cada persona sea importante»

Publicado: 14/10/2020: 20116

José Emilio Cabra es doctor en Teología, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, párroco de Nuestra Señora de los Dolores en el Puerto de la Torre y confesor del Seminario Diocesano. Ha sido designado para impartir la lección inaugural del curso 2020-2021 de los Centros Teológicos, que tiene lugar el viernes 16 de octubre en la Catedral de Málaga. El tema: el acompañamiento y la pastoral de las relaciones personales.

¿Nace esta lección del estudio sobre el acompañamiento desarrollado en su tesis doctoral, publicada bajo el título "Amigos del buen pastor"?

Parte de la idea de la tesis, que tenía que ver con el acompañamiento y la espiritualidad sacerdotal, pero prolonga esa intuición del acompañamiento, que a mí me provoca mucho interés, de forma más abierta a la espiritualidad y la pastoral de toda la Iglesia.

¿Por qué ese interés particular sobre el acompañamiento?

Primero por experiencia personal, que será compartida por muchos (sacerdotes, agentes de pastoral) que cuando uno está en la tarea descubre el paso de Dios por la vida de las personas. El trato uno a uno, el trato con las personas te hace ver que Dios pasa por ellas, por su vida, y sirve también para la propia experiencia de uno. Y en la circunstancias de hoy, de anonimato en la sociedad, hace valorar mucho más ese medio de la Iglesia.

¿Se puede ser pastor con distancia de seguridad de los fieles?

Uy, a mí me cuesta mucho. Las pantallas, las videoconferencias me cuestan la vida. Aunque sea con una pantalla de metacrilato por medio, el estar viendo la cara y escuchando la voz, eso lo hace todo. ¿Y qué te digo de la Eucaristía? Una Eucaristía sin pueblo de Dios delante a mí me cuesta.

¿Por qué la espiritualidad cristiana no se puede comprender sin el acompañamiento?

Porque la misma experiencia de Jesús fue así. Desde que se lanza a predicar busca compañeros que compartan su misión y físicamente caminan juntos. Todo el proceso de formación de los apóstoles es en camino con el Señor. Y esa imagen, como el paradigma que da sentido a la pastoral de la Iglesia: estamos siempre en camino, pero no lo recorremos en solitario sino acompañados. Por el Señor, lo primero; por la Iglesia en general, que camina con el Señor; y si tienes la suerte y la gracia de encontrar a alguien que además te sostiene en el camino, pues mejor.

¿El laico también está llamado a acompañar?

Sí, y el papa Francisco insiste mucho en eso. Los primeros padres espirituales (o acompañantes, como lo entendemos hoy) solían ser monjes laicos. Luego es verdad que durante un tiempo hemos sido los sacerdotes quienes en su mayoría hemos realizado este ministerio, pero es sobre todo un ministerio laical, abierto a cualquiera porque el Bautismo es el que nos da el don de discernimiento por el espíritu.

¿Qué requisitos tiene que tener un buen acompañante?

De entrada es un carisma, y hay un cierto don del Espíritu, una inquietud, un talento, una chispa que se descubre. Luego se debe tener cierta formación, porque estamos tratando con lo más sagrado, que son las personas y eso no se puede hacer "a la buena de Dios". Y luego también destacaría un determinado envío de la Iglesia. El acompañamiento no es algo que uno hace por su gusto, sino en nombre de la Iglesia. No tiene que ser un envío formal, pero sí que uno se sienta respaldado por la misión de la Iglesia. Estos son tres buenos ingredientes del acompañamiento.

El papa Francisco saca a relucir continuamente el discernimiento como pieza fundamental de la vida cristiana. ¿Qué ha aportado al respecto?

Es que discernimiento y acompañamiento son dos claves que van siempre juntas. Acompañamos para que la persona discierna, encuentre la voluntad de Dios en su vida. Y el discernimiento nunca se hace solo, siempre se hace con alguien que te dé luz. Y en esto Francisco ha recuperado algo que siempre ha sido una riqueza en la Iglesia y le ha dado actualidad. En todos sus grandes documentos aparecen estas claves, y además, ha hecho conocer al gran público la propia espiritualidad ignaciana. Él ha bebido de la fuente del acompañamiento ignaciano y eso es lo que lleva a sus escritos y a su manera de actuar. No actúa a golpe de timón, sino buscando la voz del Espíritu, dejándose guiar, siempre en un proceso más lento pero más seguro.

¿Dirección espiritual o acompañamiento?

No suelo discutir mucho por los términos. Tienen matices distintos. Ahora se habla del counselling, por ejemplo. La dirección espiritual es el término más clásico y sigue siendo válido, y nos sitúa ante la idea de un camino que el director ya conoce y el dirigido se deja guiar por él. El acompañamiento me parece que queda más al aire del Espíritu. Dos recorren un camino, que puede que el acompañante ya haya recorrido antes, pero que ahora transitan juntos escuchando lo que el Espíritu les dice a los dos, por tanto insiste más en el discernimiento que en la intuición del director.

¿Cuáles son las claves para elegir un buen acompañante?

La primera, es que el acompañante se elige. Es la de la libertad. Te acercas a alguien a pedirle que te acompañe y si alguien se ofrece, que también sería legítimo, tiene que hacerlo con mucha humildad y sin poner nunca en compromiso a la persona. Es cierto que hoy nos quejamos mucho de la dificultad de encontrar un acompañante, alguien que te pueda dedicar tiempo. El gran problema nuestro es el tiempo que dedicamos a los otros. Eso es la expresión concreta de nuestra disponibilidad. En ese caso, muchas veces está más en la insistencia y permanencia del acompañado, que sea el que esté ahí, sabiendo que tendrá que tirar a veces de quien le acompaña, diciéndole "Oye, que me haría falta que nos viéramos". Que el acompañamiento funcione depende mucho más de él y de su deseo de crecer que del acompañante.

¿Hay mucho desconocimiento en torno a esta joya del acompañamiento?

Creo que sí, es una riqueza de la que todos saldríamos beneficiados si lo pudiéramos cultivar bien. El tratarnos uno a uno pide dejar otras cosas porque lleva tiempo, pero ganaríamos mucho en profundidad, en posibilidad de adentrarnos en la experiencia de Dios. Entiendo que hoy por hoy pensar que todo el pueblo de Dios se acompañe uno a uno con una dirección espiritual clásica es difícil, pero el Papa insiste mucho en que esa sea la clave de la pastoral: que cada uno sea importante, que allá donde estés, el trato sea uno a uno, de modo que no tratemos con la masa o personas anónimas. Si entramos en esa clave, si cada uno es importante, aportaríamos luz.

¿También se da este desconocimiento entre los sacerdotes?

Posiblemente. También en esto nosotros vamos caminando. Como todos, hay quien lo tiene como una riqueza en su vida y quien lo tiene un poco más abandonado. Estamos llamados a crecer en esto.

En estos tiempos actuales, se plantean muchos inconvenientes para el acompañamiento: el distanciamiento físico obligado por la pandemia, sin ir más lejos...

Las circunstancias actuales precisamente nos han hecho descubrir muchas posibilidades tecnológicas y a la vez, valorar más la presencia física, el cara a cara, el uno a uno. Durante meses no nos hemos podido ni ver ni salir de casa, y una buena videoconferencia suplía eso, ya que no hablamos de un sacramento, de la confesión... pero se pierden matices muy importante. Pero en cuanto hemos podido desenchufar la pantalla y vernos con un café por medio mucho mejor. Si la pandemia nos hace valorar más el trato personal, que a veces lo olvidamos en seguida, ya sería algín aprendizaje claro que hemos sacado. El trato con otra persona al final se convierte en un sustrato para que actúe la Gracia y para el crecimiento en la fe.

En la vida cotidiana, vivimos sumergidos en el individualismo y las prisas, y encontramos pocas ocasiones de "acompañarnos" en la familia, entre los amigos o los compañeros...

El acompañamiento te proporciona una persona ante la que mostrarte sin ambages, lo malo sin avergonzarte y lo bueno contento de que esté ahí. Es algo que nos cuesta en la vida, porque las relaciones son profesionales, porque tenemos que mantener el tipo, vamos con prisa... y es verdad que la pandemia nos ha permitido, a lo mejor, tener tiempo para hablar, para retomar amistades. Al final, mucho se nos va en el tiempo. Es esa segunda cara: discernir a qué dedicamos el tiempo. A eso también ayuda el acompañamiento.

¿Por qué recomendaría el acompañamiento?

Porque humanamente es una experiencia rica. Y segundo porque para cualquiera que tenga deseos de crecer en el seguimiento del Señor, es un manera de sentirte acompañado por Él. El hermano es siempre un instrumento. Alguien que te sostenga en las dificultades, que te baje el ritmo cuando haga falta, que te conozca bien, eso siempre ayuda.

Terminamos por el principio: la portada de este libro en el que se edita la lección inaugural. Se trata de una fotografía hecha por ti en el Camino de Santiago. ¿Por qué la eligió?

Está tomada en un descanso en medio de la peregrinación, que hice con un amigo, cuando nos paramos a tomar una cerveza y un bocadillo. Fue hace diez o doce años, pero la recuerdo especialmente y siempre ha sido una imagen muy icónica del acompañamiento. Están los dos bastones, que te apoyan, pero lo hace mucho más saber que alguien recorre el camino contigo. Y las mochilas, que tienen que estar llenas de lo justo, porque si no, no avanzas. Y luego la fotografía evoca el descansar, el compartir, contarnos cómo ha ido, lo que da fuerzas para seguir. Creo que es más gráfico que todo lo que yo pueda decir.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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